Este viaje era necesario hacerlo y estaba pendiente. Valdivia, la ciudad de los ríos, me recibió el viernes 16 de enero pasado, el último día hábil dentro del período de dos semanas de mis vacaciones. El bus salió puntual desde el terminal de buses de la empresa JAC en Temuco, a las 7:10 AM. Hizo paradas en las localidades de Gorbea, Loncoche, Lanco y San José de la Mariquina, para llegar a la fluvial ciudad de Valdivia cerca de las 11 de la mañana.
Ya había impreso un pequeño plano de aquella ciudad, mostrando el sector del terminal de buses y de la zona comercial. Me interesaba, más que nada, ubicar la oficina del Conservador de Bienes Raíces, en cuyo archivo deberían estar los primitivos títulos referentes a inmuebles que le fueron concedidos por el Fisco de Chile a mi bisabuelo en la zona de Gorbea y que posteriormente fueron reinscritos en el Registro de Propiedad de Pitrufquén, cuando se creó la Notaría y Conservador de Bienes Raíces en aquella localidad, en el año 1911. Rápidamente, por la hora, caminé al encuentro con la calle Arauco, ubicada de manera perpendicular a la calle en la que se halla el terminal de buses. Comenzaba a caer una finísima lluvia, la que se mantuvo persistentemente durante toda la jornada. Caminé hasta que encontré la numeración correspondiente al local del Conservador de Bienes Raíces e hice ingreso a aquella oficina.
Tenía en mente el buscar en los índices de protocolo y del Conservador posibles contratos e inscripciones en los que aparecieran mi bisabuelo Acuña, mi abuelo o tíos abuelos, y finalmente solicitar copias de los antecedentes primitivos que ya poseía sobre la hijuela de 80 hectáreas en la Colonia Nuevo Transvaal, y de sitios en el pueblo de Gorbea. La revisión de índices no arrojó más resultados, por lo que solicité fotocopias de una escritura pública de Concesión y de inscripciones en el Registro de Propiedad. Los documentos me serían entregados a las cinco de la tarde, por lo que me dediqué a recorrer la costanera y tomar algunas imágenes fotográficas de esa antigua ciudad, la que ahora, convertida en la capital de la nueva Región de los Ríos, también cuenta con edificios más modernos.
El mercado fluvial, con sus productos de origen marítimo, fue mi primer destino. Los caracterísiticos lobos marinos en espera de los desechos que son eliminados desde las pescaderías son un espectáculo aparte, además de las innumerables aves que también se disputan los trozos de pescado: gaviotas, gaviotines, cormoranes.
La caminata me transportó por el sector en el que se ofrecen tours por el río, de distintos precios dependiendo de la clase de servicio y categoría de las motonaves.
En el caminar que me alejó de la costanera, hallé el lugar en que estuvo la casa en la que nació Fray Camilo Henríquez, el creador del primer periódico nacional, sitio ocupado hoy por un juzgado. A unos pocos metros de allí está otro de los torreones que conformaban el primitivo sistema de defensa amurallado de la colonial ciudad de Valdivia.
Bajo la persistente llovizna me encaminé hacia la plaza de armas, para ir a almorzar a un buen restaurante que he visitado en varias oportunidades y que conocí hace dos años con mi hermano. Después de haber degustado la colación, me dirigí hacia el nuevo centro comercial que posee la ciudad, el que es una repetición de todos los llamados "mall" que existen en el país. Allí "hice tiempo" y me refugié de la lluvia, hasta que ésta amainó.
Entonces salí al aire libre y me encaminé hacia la oficina del Conservador de Bienes Raíces, siendo casi las cinco de la tarde. Retiré mis documentos y comencé mi regreso hacia el terminal de buses. La lluvia continuó, pero aquello no fue obstáculo para lograr mi objetivo de recopilar más antecedentes sobre mis ancestros. El resto del tiempo lo pasé en el interior del terminal de buses, desde el que a las seis de la tarde emprendí mi regreso a mis tierras, en Araucanía.
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