miércoles, 11 de marzo de 2009

De porqué amo el mar...

Emotivo me ha sido reconocer que mis venas llevan un gran porcentaje de "sangre chilota", por mis ascendientes maternos. Los ancestros paternos de mi madre son de la zona de Detico, cercana a Queilén, en la región Sur Oriental de la Isla de Chiloé, y los maternos son de la Isla Lemuy, cruzando el Canal Yal, casi frente a la localidad de Chonchi, al Sur de Castro.

Rumbo a Chacao, abordo del "Gobernador Figueroa"
Palafitos de Castro
Queilén, desde el mirador
El faro de Punta Queilén
Caleta Detico, a seis kilómetros de Queilén
Desde Chacao a Pargua

El día 10 de marzo recién pasado, en el día del cumpleaños de mi madre, conversando con su hermana, mi tía Georgina, acerca de la historia de la familia materna todos "chilotes netos", con emoción comprendí de dónde proviene mi gusto, aprecio y amor por el océano. Ella me relató que varios hermanos varones de Rosa Pérez, mi abuela materna (naturales de la isla Lemuy, al sur de Chonchi), fueron navegantes en la zona de los canales de la Isla de Chiloé y en las rutas hacia la región más austral de Chile, Aysén y Magallanes. La familia de mi abuelo materno también fue de chilotes, de la zona de Queilen.

Recordé, también, que hace muchos años mi madre comentaba con amistades de lo embelesado que yo observaba la bahía y los buques que se hallaban en la Base Naval desde un departamento perteneciente unos amigos, padrinos de bautismo infantil de mi hermana, ubicado en el cuarto piso de un edificio en la calle Colón del puerto de Talcahuano. Eso debió ocurrir a principios de los años setentas. A fines de esa década, cuando estaba por ingresar a la enseñanza media, mi madre me entregó un sobre que había llegado por Correo, dentro del cual venía un folleto de la Escuela Naval Arturo Prat. ¡Me devoré toda lectura! ¡Eso era lo que yo quería ser: un oficial de la Armada de Chile! Mi madre estaba de acuerdo... pero mi padre, por razones que nunca conocí, nunca me dio su aprobación o consentimiento. Esa ha sido una de mis frustraciones existenciales.

Más tarde, en el año 1982, cuando estuve de pensionista en el mismo domicilio descrito anteriormente, debido a mis estudios universitarios, los grandes ventanales de aquel departamento me transportaban a esa mágica visión del puerto, sus buques y barcos. Una de las actividades extracurriculares que escogí en la Universidad fue un curso de navegación a vela. En la bahía, el Club de Yates de la universidad tenía un pequeño velero de la clase "Snipe", en el que con otros compañeros aprendimos de nombres de cuerdas, amarras, de "babor" y "estribor", de la vela "mayor" y del "foque", de "puños" y "sables", y de las nociones de la navegación con el impulso de la brisa marina. Era un real placer el navegar.

Y así, el transportarme sobre las diversas superficies acuáticas, abordo de una nave de cualquier tamaño, siempre ha sido un deleite para mí. Dos de las aún recientes experiencias de navegar, que recuerdo con alegría y mucho agrado, tuvieron que ver con un viaje de vacaciones con mi hermano en el verano del año 2007, y, poco después, para el cumpleaños de mi madre. En el primer viaje pudimos visitar la isla de Chiloé. El cruce de Pargua a Chacao fue con mal tiempo, pero pese a la lluvia y el fuerte viento reinante, de igual manera estuve en la cubierta del ferry "Gobernador Figueroa". Al regresar abordamos el ferry llamado "Fiura", nombre de un ser femenino de la mitología de Chiloé, y fue con día muy luminoso y soleado. Ningún atisbo de mareo u otro malestar relacionado con la falta de experiencia de navegación marítima hubo en aquellos viajes. Lo mismo aconteció con el viaje desde Niebla hasta el puerto de Corral, durante el viaje de regalo de cumpleaños que le dimos mi hermano y yo a nuestra madre.

La Bahía de Corral, desde Niebla
Navegando desde Niebla hacia Corral

A mi tía le señalé que esto del gusto por el mar y el navegar va en nuestra sangre "chilota", a lo que ella respondió con una recomendación: "A mi encanta el mar. Si hubiera sido hombre, yo habría yo sido marino. Ahórrate unos pesos y viaja en un viaje turístico por los canales del Sur. Nunca se te olvidará". No sé cuándo podrá ser eso, pero de que voy a navegar en Chiloé ¡lo haré nuevamente!

Navegando rumbo a Corral




Actualización: En septiembre de 2009 pude descubrir con emoción profunda (casi hasta las lágrimas) que uno de mis bisabuelos y su padre (mi tatarabuelo) tenían un lanchón velero, en el que trsnsportaban y comercializaban maderas en el sur de la isla de Chiloé. El post se llama "Sangre huilliche en mis venas".