jueves, 31 de julio de 2008

Una hora para colación...

Hoy, en el lapso de tiempo que destino diariamente para servirme una colación (13:30 a 14:30 hrs.), decidí hacer algo fuera de lo rutinario. No me dirigí al supermercado para comprar el típico yoghurt y frutas, si no que me encaminé desde el lugar de mi trabajo hacia el denominado "Parque para la paz", ubicado en un bandejón central de la Avenida Balmaceda, al llegar a la calle Prieto Norte, en la ciudad de Temuco. Este espacio está dedicado a la memoria de las personas de la actual Región de La Araucanía que desaparecieron y perecieron en el período del gobierno militar chileno (1973-1990). En el monumento erigido allí se encuentra inscrito el nombre de mi primo René Roberto Acuña Reyes, quien desapareció en el año 1975, a la edad de 22 años, cuando yo era un niño de once años, de lo que no me enteré hasta mucho después, varios años más tarde. Era primera vez que visitaba el lugar, por lo que tomé fotografías para mi proyecto del libro sobre la historia de mi familia.

Mi primo Roberto, hacia fines de los años 1960

Monumento memorial en el "Parque para la paz"

La placa, ubicada en el lado norponiente del monumento, muestra a "René Acuña Reyes"

El Parque y el monumento se encuentran frente al recinto del Cementerio General de Temuco, por lo que, una vez tomadas las imágenes fotográficas que deseaba tener, con el deseo de verificar si existía un registro de la sepultación en el año 1903 de mi tía abuela María Ercira Acuña Navarrete, regresé por la Avenida Balmaceda y accedí a la Administración del Cementerio. La funcionaria municipal me atendió con cortesía y dedicación, pero no se encontró antecedente alguno que indicara la existencia de una sepultura a su nombre. Me explicó que la causa de ello podría haber sido el arrendamiento de una sepultura para el entierro, o que se haya utilizado una sepultura ya ocupada por otra persona fallecida con anterioridad, de quien sí se lleva el registro. Esto lo desconozco. Antes de abandonar la oficina, pedí que se revisara la posible sepultación en aquel cementerio de don Emilio Zbinden Frieden, el esposo de mi tía abuela Ercira, de quien conocía el mes y año de su fallecimiento. El resultado fue rápido: Patio 14, fila 5 sur. Ubiqué el lugar en el plano, y luego me ayudé de un panteonero que estaba tomando un descanso a esa hora. Fue sinceramente muy agradable el poder descubrir el lugar en donde se encontraba sepultado este hombre europeo, nacido en Suiza, que había sido el marido de una de mis antepasados, y quien en segundas nupcias dejó descendencia en estas tierras. Tomé varias fotos, pensando en enviárselas por correo electrónico a un sobrino bisnieto de don Emilio, quien tiene un blog con información de su familia, y al que le cooperé en diciembre de 2007 con datos sobre su tío bisabuelo.

Sepultura de don Emilio Zbinden, de su suegro y de su segunda esposa. Al fondo se observa el famoso Cerro Ñielol.

Lápida con el nombre de don Emilio Zbinden F.

Con sentimientos agradables me retiré del lugar, caminando rápidamente por ser pronta la hora del comienzo de mi jornada laboral de la tarde. Miré mi reloj y me di cuenta que llegaría atrasado, pues me quedaban cinco minutos para marcar a tiempo mi tarjeta de control de ingreso y aún me faltaban unos ocho minutos de rápida caminata. De improviso siento la bocina de un vehículo, miro y veo que es un compañero del trabajo que me quiere llevar; subo el vehículo y le cuento en qué andaba.
Llegamos al trabajo faltando un minuto para las 14:30 horas. No almorcé, pero quedé con una sensación de satisfacción por este descubrimiento, que pasa a engrosar el conjunto de antecedentes para escribir mi historia familiar.

sábado, 19 de julio de 2008

"Chalaco", el caballo preferido de mi abuelo.

Mi tío Hernán Acuña Aguilera, montando a Chalaco (año 1930, aproximadamente)

"Chalaco" fue el caballo preferido y uno de los dos que en los años 1920 fueron de propiedad de mi abuelo José Acuña Navarrete. En el recuerdo de mi padre estaba también el nombre del compañero de Chalaco: el "Flor de cardo". En aquella época, mi abuelo y su familia - formada por mi abuela María y sus dos pequeños hijos: Hernán y Ramón - residían en la estación ferroviaria de Sagllúe, a unos 10 kilómetros al sur de la ciudad de Osorno. Mi padre rememoraba que mi abuelo, para ensillar a su querido caballar, sólo necesitaba llamar a Chalaco por su nombre para que éste se dirigiera al encuentro de su amo. El obediente animal era el que llevaba a mi abuelo a sus trámites en la ciudad de Osorno.

En honor a este querido caballo es que decidí tomar la opinión experta de don Juan Pedro Lamoliatte, abogado y jinete corralero de la ciudad de Temuco, a quien consulté acerca de su percepción o impresión personal que la causaba el ver la estampa de Chalaco en una imagen fotográfica que le presenté, la que conservo en mis archivos personales y en la que se observa a ese hermoso caballo montado por mi tío Hernán Acuña Aguilera. La fotografía original fue captada hacia fines de los años 1920 por mi abuelo José con su cámara fotográfica de cajón , de marca "Agfa", en un potrero ubicado en las cercanías de la estación Sagllúe. Gentilmente el señor Lamoliatte me expresó su opinión, señalándome que, aunque la perspectiva y la posición desde la que se obtuvo la fotografía no permiten apreciar mejores detalles, lo que hubiera dado una más acabada descripción del caballo, podía apreciar lo siguiente:

- Chalaco era un típico caballo de raza chilena: porte normal, de no mucha alzada (a lo sumo 1,40 metros a la "cruz"); de cabeza "acarnerada".
- Herraje en sus cuatro patas; de estado bueno y pelaje cuidado, lo que es un indicativo de las atenciones que se le prodigaban al animal.
- Al parecer, era un caballo de color mulato o colorado, lo que en la fotografía no se puede apreciar con nitidez.

En lo personal creo que el color de ese caballar era mulato, ya que pude averiguar que el nombre que le puso mi abuelo a su caballo preferido, puede haberse debido al apodo que recibían los habitantes naturales de El Callao (Lima, Perú), de piel más oscura.

Definitivamente, "Chalaco" era un caballo chileno de "tomo y lomo".

Junto a mí, el abogado don Juan Pedro Lamoliatte

miércoles, 16 de julio de 2008

¡Luminosa Carahue!

El 15 de Julio de 2008 regresé a Carahue, después de que 10 días antes hiciera una visita a esa ciudad en un lluvioso día. Esta vez el tiempo atmosférico de este invierno sureño me acompañó plenamente durante toda la jornada. No perdiendo el tiempo me acerqué inmediatamente a la oficina del Registro Civil de la localidad, en donde tras una revisión de un antiguo libro índice pude encontrar la inscripción del fallecimiento de mi tío abuelo Carlos Aguilera, del que dejé solicitada una fotocopia legalizada que retiraría más tarde. Con ese antecedente dirigí mis pasos hacia el cementerio local a fin de poder , con la ayuda de la oficina de administración del camposanto, localizar la sepultura de este antiguo pariente, hermano de mi abuela paterna. Fue infructuoso, debido a que no existe registro de sepultaciones de antes del año 1968, y a pesar de los esfuerzos que se han hecho para tener un catastro de las personas que fueron sepultadas con anterioridad, muchas sepulturas no tienen una lápida que identifique al difunto. Sólo me quedó la posibilidad de recorrer una a una las sepulturas, lo que realicé sin muchas esperanzas y comprobando la existencia de sepulturas de vieja data sin información... Al menos sé que este antepasado vivió unos años y falleció en Carahue, en cuyo cementerio fue sepultado.

Aquí estoy, en el interior de sector antiguo del Cementerio de Carahue

Después de un par de horas regresé al Registro Civil a retirar el documento solicitado y aproveché la ocasión para revisar otro índice de defunciones, pero más antiguo que el que contenía la información de Carlos Aguilera. En aquel encontré la inscripción del fallecimiento de un hermano de Carlos, Domingo Aguilera Lagos. Como tenía dinero suficiente sólo para el costo del pasaje para regresar a mi domicilio, tomé nota del número de la inscripción y del año para pedir en otra oportunidad
una fotocopia desde la ciudad de Temuco.
Después de reposar y servirme un liviano "cocaví" en una banca de la plaza de armas, frente a la bonita parroquia "San Pablo", me dediqué a recorrer nuevamente el Barrio Estación, y, ésta vez con mejor tiempo, el camino que conduce a la localidad costera de Nehuentúe, en el que desde la distancia había apreciado un edificio alto con aspecto de antiguo.

Desde la escalinata que lleva al "primer piso" de la ciudad, se aprecian los edificios de la antigua estación ferroviaria de Carahue.

Ruinosas casas del antiguo Barrio Estación. La estación ferroviaria se ubica detrás de esas casas, en un nivel superior del terreno.

Pasé por el puente que cruza la desembocadura del río Damas en el río Imperial y concluí mi caminata en aquel edificio que resultó ser un Molino de trigo, una de las actividades que caracterizaron a la zona en el siglo diecinueve, juntamente con la explotación forestal. Regresé por la senda ya andada con el fin de cruzar el puente colgante sobre el río Imperial (ahora ya no es "tan" colgante, puesto que se le agregaron bases tubulares para mejor soportar el peso del actual tráfico vehicular). Tomé fotografías y disfruté del panorama...

Ingreso al puente sobre el río Imperial, visto desde Carahue.

Ingreso al puente, desde la ribera poniente del río Imperial. Se pueden apreciar el primer y segundo pisos de Carahue.

Esto fue mejor que estar sentado durante horas en mi trabajo habitual frente a la pantalla de un computador. Muy cansado de la caminata de varios kilómetros, con subidas y bajadas por los cerros de la ciudad, regresé más tarde a la plaza de la ciudad de Carahue en donde ya había un pequeño bus esperando pasajeros con destino a Temuco y lugares intermedios. Abordo del bus pude imaginar la travesía que realizaba hace muchos atrás el ferrocarril del ramal Temuco-Carahue, lo que no cuesta mucho debido que aún se pueden apreciar vestigios de la faja ferroviaria (sin rieles ni "durmientes") y un puente en el sector Lolocura, a unos 8 kilómetros al oriente de Carahue. En el lugar Boroa existió una estación de ferrocarriles de la que en forma rápida, desde la ventana del bus, pude observar que aún existe la plataforma de piedra y cemento en la que se encontraba el edificio de la estación.

A las 17:30 horas llegué a mi ciudad muy cansado, pero feliz y emocionado de toda la fructífera experiencia.
Carahue


miércoles, 9 de julio de 2008

Lluviosa Carahue...

Ansiaba visitar la ciudad de Carahue, la que ha pasado a formar parte de las localidades relacionadas con la historia de mis ancestros, al haber tenido allí su residencia mi tío abuelo Carlos Aguilera Lagos. Por distintas circunstancias, y, a pesar de vivir sólo a casi una hora de viaje desde la ciudad en la que tengo mi residencia, no lo había podido hacer, y la idea del viaje me daba vueltas en mi cabeza, una y otra vez.

Mapa mostrando la ubicación de Carahue, al Oeste de la capital de La Araucanía: Temuco

Fotografía: Vista aérea de la ciudad de Carahue (www.carahue.cl)

El día viernes cuatro de julio reciente, en el cual no fui a mi trabajo haciendo uso de un día de mis vacaciones, me dediqué a buscar información histórica de mi familia en una oficina del Registro Civil de Temuco y en el Archivo Regional de La Araucanía, en la misma ciudad. En éste último sitio pude encontrar información fidedigna y oficial de mis bisabuelos paternos por línea masculina, que me proporcionó conocimiento sobre su calidad de colonos, a principios de los años 1900, en la colonia "Nuevo Transvaal" - lugar actualmente perteneciente a la comuna de Gorbea, Provincia de Cautín -, enterándome de la situación que vivían en el año 1908, mediante un censo de la Inspección de Colonización. Por la tarde de ese día, al regresar a casa, sentí el fuerte impulso de visitar Carahue al día siguiente, y fue así como lo hice.

En la mañana del día sábado cinco de julio, bajo un cielo amenazante de lluvia, me dirijí desde mi hogar hacia el centro de la ciudad, para abordar alguno de los pequeños buses que realizan el recorrido desde Temuco hacia las ciudades de Nueva Imperial y Carahue. Alrededor de las 9:40 horas el pequeño bus ya recorría lentamente las calles - esperando pasajeros - rumbo hacia la ruta que me llevaría hacia la zona costera de la Región de La Araucanía. Ya en la ruta, y pasada la localidad de Labranza, algunas gruesas gotas de lluvia caían desde las nubes oscuramente grises. Al entrar a la ciudad de Nueva Imperial la lluvia caía ya a manera de chubascos. La ruta asfaltada está en excelentes condiciones, después de haber sido reconstruída totalmente, y la señalética es muy buena; una gran diferencia con el recuerdo que poseía de hace unos cuatro años atrás, cuando el camino era angosto, estaba lleno de baches y la señales camineras eran defectuosas. A las 10:38 horas el bus llegó a la plaza de armas de la ciudad de Carahue, bajo una lluvia persistente y algo de viento. La ciudad es conocida como la de los "tres pisos", por los niveles de las colinas en que se encuentra ubicada, y su plaza se halla en "segundo piso" de la ciudad. Allí bajé del bus, cubrí mi cabeza con un "jockey" y sobre éste puse el capuchón de la parka que me abrigaba - y que yo creía que me protegería de la lluvia inclemente-, saqué un plano de la ciudad (que había impreso en mi casa la noche anterior, extraído desde el sitio web de la Municipalidad de Carahue) , lo doblé y lo guardé en el bolsillo exterior de mi "abrigo impermeable", y me fui caminando hacia la Avenida Ercilla en donde se encuentra una exposición, o museo al aire libre, de antiguos locomóviles. La lluvia comenzó a arreciar, por lo que me detuve bajo el alero de una casa pero, como no amainó, seguí caminando raudo por la Avenida Francisco Morales, que conduce al "primer piso", en el que se ubica la "Plaza de los trenes" , y al hermoso puente colgante que cruza el río Imperial.

Fotografía: Ahí estoy, en la "Plaza de los trenes", en las cercanías del puente sobre el río Imperial, bajo la lluvia.

Una lluvia espectacular me acompañó desde allí y por todo el recorrido a pie que hice en las siguientes horas. Sentía que mis mojados pantalones de cotelé pesaban como cinco kilogramos, mi parka ya no cuidaba de mí y estaba dejando pasar el agua de la lluvia hacia mi sweater y sentía el codo de mi brazo derecho ya mojado. Pero no me "amilanó" nada de eso. Como pude, tomé fotografías y grabé secuencias de video con mi pequeña cámara digital Samsung: locomotoras, carros ferroviarios; unos gansos que nadaban por el río; el acceso al "Barrio Estación", antiguas casas y escalinatas que conducían antaño al muelle de los vapores que zurcaban el río; la bodega y la que fue la estación ferroviaria de la ciudad; detalles de los locomóviles en Avenida Ercilla; característicos edificios antiguos; el cementerio local, y la posible ubicación del que fue el domicilio de mi pariente ya nombrado, don Carlos Aguilera.

Desde una escalinata al "segundo piso" de Carahue, el Barrio Estación bajo la lluvia

A pesar de que no pude encontrar el sitio exacto en que mi tío abuelo residió, por no existir el número asignado a su casa, que estaba indicado en su cédula de identidad, ni tampoco el haber hallado en el Cementario su sepultura - por no atender ese día la oficina de Administración del Cementerio que me hubiera dado información de su ubicación -, no me sentí defraudado de haber hecho el viaje, si no que esta experiencia me ha dado mayores deseos de regresar, en un día hábil, para visitar nuevamente el Cementerio y la oficina local del Registro Civil.