Viene a mi memoria el recuerdo de una revista de historietas de los años setenta. Su nombre ya no está presente, pero la historia que contaba a través de sus coloreados dibujos es aplicable a las realidades de nuestra actualidad, en un mundo tan adicto a las nuevas tecnologías y modas, abandonando las eficaces del pasado, que podrían sólo ser actualizadas. El relato de aquella revista, que recuerdo en estos momentos de desgracia en Chile, se refería a un ataque por alienígenas extraterrestres. Sus tecnologías dejaban rápidamente fuera de combate a las fuerzas armadas del planeta Tierra, las que quedaban totalmente inoperantes ante un boqueo a las comunicaciones electromagnéticas y de los comandos electrónicos de los misiles y otras modernísimas armas de los terrícolas. Los pocos platos voladores que devastaban el mundo no tenían oposición alguna de los seres humanos, hasta que a alguien con inteligencia suficiente se le ocurrió atacarlos con una vieja tecnología: la utilización de cañones de viejas fortalezas del siglo XVI y XVII, con pólvora y proyectiles esféricos a la usanza del tiempo de los piratas y de los ejércitos imperiales de aquellas épocas, ante las cuales los extraterrestres no pudieron hacer nada, siendo las astronaves destruidas. Una historia fantástica e irreal, pero de la que puedo extraer algunas enseñanzas y paralelismos.
El terremoto que afectó, en la madrugada del sábado 27 de febrero pasado, a una vasta extensión de territorio chileno aparentemente dejó interrumpidas las comunicaciones de organismos públicos de carácter estratégico con el gobierno central, provocando errores de todo tipo en la toma de decisiones de quienes tenían responsabilidades ejecutivas. La adopción desde hace casi una década, por parte de esos organismos, de "modernos" y más económicos sistemas de transmisión de datos mostró su fragilidad ante la interrupción del suministro de la energía eléctrica en una inmensa porción de territorio chileno. Los viejos sistemas de comunicación radial, con un respaldo de generadores eléctricos, para el evento de fallar el servicio de alimentación externo, habían sido mayormente abandonados, reemplazados por tecnología que economizaba también en la utilización de personas. Lo que no falló, pese a la natural pero breve interrupción, por la caída del sistema eléctrico "interconectado central", fueron las transmisiones radiales de radioemisoras privadas que poseían equipos electrógenos autónomos. Aquellas radioemisoras dieron a conocer las noticias a la población antes de que el gobierno del país pudiera tener el poder de la comunicación oficial.
El paralelismo con la historia contada la refiero también al hecho de la pérdida paulatina de los "antiguos" valores morales (a los que ciertos sectores ciudadanos llaman "anticuados"), reemplazados por el pensamiento "moderno" y el egoísmo o egocentrismo. Una mujer de la devastada ciudad de Concepción, sorprendida en el robo de combustible en una estación proveedora, expresó que ella no era partícipe de señalar que aquello fuera un delito, ya que necesitaba de aquel suministro.
Un pariente mío prefirió huir de la zona del desastre, no por temor a la expresión geológica de la naturaleza si no que a las personas, que se habían convertido en gente salvaje y sin valores. Pudo presenciar a gente "decente" de su vecindario que pasaba corriendo por la calle frente a su hogar con productos obtenidos del saqueo a un gran supermercado, y a otros que le proponían directamente efectuar la misma acción, utilizando el vehículo de este pariente. El día domingo, en la reunión de su Iglesia, mi pariente, no de manera directa, se atrevió a preguntar a algunas personas reconocidas como "devotas" si habían ido a aquel supermercado el día anterior. La respuesta de algunas de aquellas "espirituales" personas le provocaron a mi pariente lo que se llama 'vergüenza ajena'...
Creo que este desastre hará retomar la utilización de "antiguas" pero actualizadas tecnologías de comunicación, para eventos de emergencia, modernizará el procedimiento y el flujo de la información, que permitan a las autoridades competentes de este país responder adecuadamente ante las calamidades que frecuentemente nos ponen a prueba. Ésto puede ser en muy corto plazo. En lo que no tengo mayores esperanzas de pronta mejoría es el que cierta porción del pueblo chileno, la de los aprovechadores y abusadores, pueda "reconvertirse" o reincorporar plenamente a su vida los "anticuados" valores humanos tales como la honradez, la solidaridad, y el trabajo decente.
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