Cuando faltaban menos de 15 días para el cambio de mando en el gobierno de la República, y en el año del bicentenario, a las 3:34 horas del sábado 27 de febrero, un terremoto de 8,8 grados Richter cuyo epicentro se ubicó en las cercanías de Cobquecura (kofke: pan; cura: piedra), en la costa de la Región del Bio Bio, despertó de su sueño a unos 8 millones de chilenos y cambió nuestra realidad. Centenares de personas mueren, la mayoría aplastadas por los derrumbes o atrapadas y arrastradas por los sucesivos tsunamis, aunque muchos fallecen también a causa de paros cardíacos, por el miedo o por la huída ante falsas alarmas de nuevos tsunamis.
Las horas transcurrían, la noche se perpetuaba sin la luz artificial y la nublada madrugada tardaba demasiado en llegar con la ansiada luz del día. En la oscuridad las únicas radioemisoras que se captaban en los receptores con baterías o pilas eran estaciones de la capital chilena, con repetición satelital, las que sólo transmitían básicas letras de reguetón, lo que culminó después de una media hora con la aparición de la voz de un locutor de origen brasileño que realizó las primeras transmisiones anunciando un terremoto que afectaba a una gran sección del territorio chileno. La radio Pudahuel de Santiago fue la que acompañó a muchos chilenos que comenzaron a llamar a su teléfono. Alrededor de las 4 AM se agrega al panel del locutorio la reconocida voz del locutor Pablo Aguilera, que con su profesionalismo acompañó a quienes se apegaron a esa improvisada transmisión. Nuevos temblores acompañaron todo el día sábado; sin electricidad ni comunicaciones telefónicas.
En Temuco, Radio Bio Bio comenzó a transmitir con un equipo electrógeno en sus estudios de calle Bulnes y con otro en su planta transmisora del Cerro Ñielol. La audiencia creció más y más, solidarizando con la radioemisora que, tras muchas horas de transmisión, agotaba el combustible de sus generadores eléctricos. La donación de gasolina y petróleo diesel permitió que siguiera conectando a miles de personas, mientras una seguidilla de réplicas del terremoto continuaba.
Las horas transcurrieron y la información de los periodistas radiales comenzó a llegar antes que la de los organismos del gobierno central del país. Nos enteramos de lo que ocurría en la Región del Maule y de lo horroroso ocurrido en la zona de las ciudades de Concepción y Talcahuano, y de las localidades de la costa, barridas por un tsunami cuya probabilidad había sido descartada por las autoridades de la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior (ONEMI), en una costumbre enfermiza de minimizar todo, no decir la verdad y declarando que "todo está bajo control" (como si las declaraciones de su locuaz directora fueran ley para la naturaleza), ocasionando, ya con ésta tres tristes errores, - antes, el terremoto de Aysén, luego la erupción del volcán Chaitén- y ahora la muerte de chilenos que no alcanzaron a ser avisados para que huyeran a lugares más elevados de la costa.
El lento, míope y brutal centralismo de la autoridad santiaguina no dimensionaba la realidad, que ya millones de personas conocían a través de las comunicaciones del periodismo radial y de los auditores que vivían en las regiones afectadas. La tardanza en reaccionar y la falta de energía de la autoridad civil - reticente a ordenar la utilización de fuerzas militares - comenzaron a causar estragos entre la población, lo que ya es conocido por las imágenes que recorrieron y siguen dando vuelta al globo terráqueo.
Triste final para el mandato dado a la presidenta Michelle Bachellet (una mujer capaz), quien rodeada de asesores políticos y funcionarios de baja idoneidad no pudo ver la realidad ni, nuevamente, hizo caso a su percepción femenina (la vez anterior, "algo le decía" que no debía dar el inicio al publicitado Transantiago, pero de igual manera le aconsejaron hacerlo). Triste inicio para el gobierno del presidente electo de Chile, Sebastián Piñera, que deberá reformular proyectos y dedicar gran parte de su período a la reconstrucción de Chile.
Algo bueno puede salir de todo este mal. La reconstrucción será una oportunidad de desarrollo y crecimiento que, ojalá, no sea despediciada en una lucha contra una despreciable actitud de oponerse por el sólo oponerse a nuevas formas de gobernar. En la pasada campaña presidencial un candidato se burló del actual presidente electo, expresando que Chile no era una empresa... CHILE SÍ ES UNA EMPRESA, a la que, mediante una conducción de excelencia, hay que desarrollar, hacerla crecer, aumentar sus utilidades, y que pague buenos dividendos a todos sus socios accionistas: el pueblo.
Se necesita gente idónea y no a personas que amen más a su partido político o a su coalición, que a su propio país. Se requiere a personas que vean más allá de Santiago, que observen que Chile se extiende miles de kilómetros hacia el norte y sur; se requiere la eliminación del brutal centralismo que minimiza las necesidades de las regiones chilenas, y finalmente, que reformule a la ONEMI. Este organismo debiera convertirse desde una oficina reaccionaria hacia un ente proactivo. Chile es y será un país sísmico y volcánico, por lo que la población chilena debiera ser constantemente instruida en cuanto a las precauciones y prevenciones, que no la deje a merced de la naturaleza, como a niños extraviados. La mayoría de los chilenos debieran estar acostumbrados a tener un pequeño y permanente almacenamiento familiar de alimentos y otros elementos de emergencia, para que ante circunstancias extremas, como las recientemente acontecidas, no seamos una gigantesca carga para el gobernante de turno, y tengamos que esperar una lenta reacción de las entidades respectivas. ¿No hubiera sido distinto que los miles de afectados hubieran tenido almacenadas en sus hogares - para casos de emergencia - unas pocas decenas de litros de agua potable, unos pocos kilos de arroz, harina, azúcar, un paquete de velas y fósforos, una linterna con pilas cargadas, etc., ahorrándonos las horribles escenas que hemos tenido que presenciar directamenmte o a través de la televisión?
Las horas transcurrieron y la información de los periodistas radiales comenzó a llegar antes que la de los organismos del gobierno central del país. Nos enteramos de lo que ocurría en la Región del Maule y de lo horroroso ocurrido en la zona de las ciudades de Concepción y Talcahuano, y de las localidades de la costa, barridas por un tsunami cuya probabilidad había sido descartada por las autoridades de la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior (ONEMI), en una costumbre enfermiza de minimizar todo, no decir la verdad y declarando que "todo está bajo control" (como si las declaraciones de su locuaz directora fueran ley para la naturaleza), ocasionando, ya con ésta tres tristes errores, - antes, el terremoto de Aysén, luego la erupción del volcán Chaitén- y ahora la muerte de chilenos que no alcanzaron a ser avisados para que huyeran a lugares más elevados de la costa.
El lento, míope y brutal centralismo de la autoridad santiaguina no dimensionaba la realidad, que ya millones de personas conocían a través de las comunicaciones del periodismo radial y de los auditores que vivían en las regiones afectadas. La tardanza en reaccionar y la falta de energía de la autoridad civil - reticente a ordenar la utilización de fuerzas militares - comenzaron a causar estragos entre la población, lo que ya es conocido por las imágenes que recorrieron y siguen dando vuelta al globo terráqueo.
Triste final para el mandato dado a la presidenta Michelle Bachellet (una mujer capaz), quien rodeada de asesores políticos y funcionarios de baja idoneidad no pudo ver la realidad ni, nuevamente, hizo caso a su percepción femenina (la vez anterior, "algo le decía" que no debía dar el inicio al publicitado Transantiago, pero de igual manera le aconsejaron hacerlo). Triste inicio para el gobierno del presidente electo de Chile, Sebastián Piñera, que deberá reformular proyectos y dedicar gran parte de su período a la reconstrucción de Chile.
Algo bueno puede salir de todo este mal. La reconstrucción será una oportunidad de desarrollo y crecimiento que, ojalá, no sea despediciada en una lucha contra una despreciable actitud de oponerse por el sólo oponerse a nuevas formas de gobernar. En la pasada campaña presidencial un candidato se burló del actual presidente electo, expresando que Chile no era una empresa... CHILE SÍ ES UNA EMPRESA, a la que, mediante una conducción de excelencia, hay que desarrollar, hacerla crecer, aumentar sus utilidades, y que pague buenos dividendos a todos sus socios accionistas: el pueblo.
Se necesita gente idónea y no a personas que amen más a su partido político o a su coalición, que a su propio país. Se requiere a personas que vean más allá de Santiago, que observen que Chile se extiende miles de kilómetros hacia el norte y sur; se requiere la eliminación del brutal centralismo que minimiza las necesidades de las regiones chilenas, y finalmente, que reformule a la ONEMI. Este organismo debiera convertirse desde una oficina reaccionaria hacia un ente proactivo. Chile es y será un país sísmico y volcánico, por lo que la población chilena debiera ser constantemente instruida en cuanto a las precauciones y prevenciones, que no la deje a merced de la naturaleza, como a niños extraviados. La mayoría de los chilenos debieran estar acostumbrados a tener un pequeño y permanente almacenamiento familiar de alimentos y otros elementos de emergencia, para que ante circunstancias extremas, como las recientemente acontecidas, no seamos una gigantesca carga para el gobernante de turno, y tengamos que esperar una lenta reacción de las entidades respectivas. ¿No hubiera sido distinto que los miles de afectados hubieran tenido almacenadas en sus hogares - para casos de emergencia - unas pocas decenas de litros de agua potable, unos pocos kilos de arroz, harina, azúcar, un paquete de velas y fósforos, una linterna con pilas cargadas, etc., ahorrándonos las horribles escenas que hemos tenido que presenciar directamenmte o a través de la televisión?
Terremoto Bicentenario |
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