domingo, 21 de septiembre de 2008

Estación Metrenco

En el viaje de ida y regreso a la localidad de Gorbea, pude observar desde la ventana del bus las estación de ferrocarriles de Quepe y los restos de la de Metrenco, y expresé en mi interior la intención de visitar aquellas estaciones ferroviarias que de un vistazo raudo pude ver desde la carretera. Principalmente me llamó la atención la estación de Metrenco, ya que en el cuaderno que perteneció a mi abuelo José Acuña en su primera época como empleado de la Empresa de Ferrocarriles del Estado dejó varias veces estampado, con timbre de goma y tinta, el nombre de aquella estación, lugar en que mi querido ancestro debió haber trabajado hacia mediados de la primera década del siglo veinte.

Contratapa y página interior del cuaderno de mi abuelo, fechado en el año 1912

Ayer, sábado 20 de septiembre de 2008, después de tres días de celebraciones, con motivo de las Fiestas Patrias, decidí darle un respiro a mi estómago y hacer algo distinto. Cerca de mediodía decidí que no podía quedarme en casa, así es que preparé mi bicicleta, reparé mi casco de ciclista, arreglé mi mochila con mi cámara fotográfica, el trípode, mi cuaderno de notas, lápices, dos yoghurts, un gorro tipo jockey para el sol, y una botella adicional con dos litros de agua. A las 13:30 horas salí desde mi casa en Padre Las Casas, llegando a Metrenco dos horas después. Fue un tiempo exagerado para una distancia de sólo nueve kilómetros, porque extravié la ruta opcional, ya que no quería irme por la carretera debido a lo peligroso que es para un conductor de un vehículo menor. Tuve que preguntar a unos lugareños en el lugar Maquehue, quienes me dijeron que tenía que regresar unos cuatro kilómetros. Ya había recorrido un buen trecho por un camino ripiado y con el calor del día y el esfuerzo de varias subidas no me sentía nada de bien. Hacía meses que no sacaba mi bicicleta a rodar, y mi estado físico está deplorable. Me detuve a descansar; el corazón casi se me salía por la boca, veía el paisaje de color gris y sentía que me iba a desvanecer. Pensé que tendría que pedir ayuda a través de mi teléfoco celular, pero mi orgullo hacía poner en mi mente la burla de algunas personas, por lo cual me hice el valiente. Respiré profundamente y estuve en aquello hasta que media hora después estaba recuperado. Regresé los kilómetros que había andado de más y encontré al fin la ruta. Sabía que el camino alternativo estaba asfaltado, pero me encontré con la desagradable sorpresa de que había sido retirada toda la carpeta y en su lugar se había depositado una capa de ripio, que en muchos sectores estaba aún profundo y suelto. Recorrí con rabia unos cuatro kilómetros, con sucesivos descansos, hasta que llegué al empalme con una "calle lateral" paralela a la carretera, a poco más de unos tres kilómetros antes del acceso Norte a la localidad de Metrenco. Los músculos de mis piernas ya no tenían fuerzas para subir las "cuestas" asfaltadas, así es que varias veces me desmonté de mi vehículo y me ví en la obligación de descansar repetidamente. Después de rodar y rodar por aquellas dos largas horas, con las respectivas interrupciones para recuperarme, logré avisorar en la distancia el edificio de la que había sido la bodega de carga de la estación ferroviaria. Para cruzar al lado contrario de la carretera subí por una pasarela peatonal que me dejó a unos 300 metros del sitio al que quería llegar.

Metrenco es una palabra que deriva de "Mëtren-ko", que en la lengua mapudungun (hablada por los aborígenes de la etnia mapuche) significa agua reposada, sin corriente o estancada. Basta observar el pequeño estero que se encuentra en la entrada norte a la localidad, para darse cuenta del por qué del nombre otorgado a ese lugar.

Ex Estación Metrenco. Vista de Sur a Norte

El frontis Occidental de la bodega de carga

Vista hacia el Norte

Mi bicicleta y yo

Mi bicicleta y yo, en el antiguo andén frente a la bodega de carga

El patio de la ex estación de ferrocarriles de Metrenco, desde el acceso Sur

Recorrí con emoción aquel abandonado lugar, en el que hace casi 100 años atrás mi abuelo realizó sus funciones como empleado de la Empresa de Ferrocarriles, y tomé imágenes fotográficas del antiguo edificio. Hasta logré acceder al interior del sector en el que estuvieron las oficinas adinistrativas, a través de un forado existente en la parte baja de una puerta, encontrando sólo destrucción y pillaje. Grabé algunos segundos con mi cámara fotográfica digital, para guardar imágenes de lo que en el futuro sólo serán recuerdos de un edificio que será desmantelado o incendiado por vándalos.

Dos horas allí me sirvieron para ayudar a despejar mi mente de los grises pensamientos que me acompañan estos últimos días. El día agradablemente soleado y la suave brisa del Sur me energizaron, por lo que siendo las 17:15 horas emprendí rumbo a mi hogar, al que regresé por la misma ruta. Notoriamente las fuerzas me estaban abandonando, por que la mayor cuesta de la calle lateral, cercana al lugar Licanco, tuve que subirla caminando, llegando a la cima completamente agotado y dando lugar a otro necesario descanso. A las 18:30 horas estaba llegando a mi casa, todo sudado y con una capa de polvo que levantaban los vehículos que pasaban por mi lado en el tramo de camino ahora ripiado, por el interior de la comunidad indígena de Licanco.

Desempacar la mochila, hidratarme y tomar un descanso fueron las actividades realizadas antes de darme una merecida ducha con agua tibia, luego de lo cual me sirvieron en mi cama una rica comida caliente.

Hoy desperté sin molestias físicas, por lo que ya estoy pensando en ir a la Estación de Quepe, a unos cinco kilómetros al sur de la de Metrenco, pero creo que será en una ocasión en la que pueda ir acompañado, para hacer más ameno el viaje y no tener que morderme en la soledad las rabias de aquel camino que alguna vez estuvo asfaltado, y que la "modernidad" lo ha transformado en uno de ripio suelto...

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