martes, 21 de febrero de 2012

Esas ansias de querer ser campeones del mundo !!


Quizás sea la posición que ocupa Chile, cayéndonos al Océano Pacífico, desde el borde del cordón de montañas de la Cordillera de Los Andes, el que se haya perpetuado desde antaño una aparente necesidad de que seamos vistos o que el mundo se de cuenta de nuestra existencia. Forma parte de nuestra idiosincracia ese deseo de ser notorios, los mejores, los primeros o, al menos, destacados en el concierto internacional. El sueño repetitivo de los chilenos es ser campeones del mundo en aspectos bien representativos en la actividad deportiva mundial y pocas son las veces que la Nación ha sido nombrada en el concierto noticioso del deporte internacional, oportunidades a las que se les "saca el jugo" para inflar el ego patriótico.

Pero vayamos al pasado. Recuerdo haber escuchado en mi infancia, y hasta leído en alguna reciente oportunidad, de aquel triunfo internacional en el que Chile ganó un supuesto concurso mundial de himnos nacionales, dejando en un segundo lugar a "La Marsellesa", el himno nacional francés. ¿A quién de ustedes no le parece haber oído aquella historia triunfal? Es una leyenda jamás corroborada, quizás una ya lejana invención de alguien demasiado ansioso o frustrado.

Pero sí existió una ocasión en la que uno de nuestros emblemas patrios obtuvo el máximo galardón en una competencia internacional, pero nadie lo recuerda y menos debiera ser del interés en el extranjero. En un número de la antigua y ya desaparecida revista Zig-Zag, del mes de octubre del año 1907, apareció una información titulada CONCURSO DE BANDERAS EN BELJICA.- Triunfo de la de Chile. La información aparecida dice:

"DESPUES de dar a conocer la historia del símbolo de nuestra patria y de sus transformaciones hasta quedar en la forma sencilla con que la vemos flamear en los días cívicos al frente de los edificios públicos, nos ha llegado del Viejo Mundo la grata nueva de que nuestra querida insignia republicana ha obtenido el primer premio en un concurso internacional de banderas verificado en la pintoresca ciudad de Blankenberghe, uno de los balnearios mas concurridos de la costa del Báltico, en Béljica.´
Talvez ninguna de las fiestas que se celebran allí en la estacion veraniega depertó mayor interés que el concurso de banderas y esto en una demostracion de la gran diversidad de nacionalidad de las personas que acuden en busca de salud y agradable recreacion a las hermosas playas de Blankenberghe. Tocó la rara casualidad que se encontraron tambien allí en la época del torneo dos familias chilenas, la de la señora Rojas de Baehcker y la de don Felipe Casas Espínola. Era natural que ellas dieran a conocer con esta ocasion nuestra bandera nacional; así lo hicieron efectivamente y oh, felicidad, el jurado acordó conferirle el primer premio entre una multitud de emblemas que se enviaron al concurso.
La bandera presentada por las familias chilenas era de seda gallardamente colocada en una caña con el asta oro; se coronó el conjunto con una estrella solitaria suspendida sobre un globo terrestre. El porta-estandarte de la insignia laureada fue una hijita de la señora Rojas; ella despues de hacer flamear orgullosamente su bandera en la rampa de la playa fue paseada en triunfo por las calles de Blankenberghe, dándola a conocer a todo el mundo.
Nuestra vanidad ha quedado grandement satisfecha con este triunfo. Por insignificante que se le considere, hai que confesar que él ha contribuido con éxito a dar a conocer nuestro país en el Viejo Mundo." (La transcripción es literal).

Tres imágenes ilustraron aquella "gran noticia", de las que aquí expongo dos, que son las más representativas. La primera tiene un pie que la describe diciendo: "La esplanada durante el concurso"; y la segunda: "La niñita Baehcker".



Hacen ya 104 años que ocurrió aquello, y el autor de la nota de aquella revista Zig-Zag muestra ese deseo de un país con notoriedad internacional y, lo que es más interesante, menciona una enorme satisfacción de nuestra vanidad. La vigésimo segunda edición del Diccionario de la lengua española de la "Real Academia Española" describe la vanidad como "arrogancia, presunción, envanecimiento; caducidad de las cosas de este mundo; palabra inútil e insustancial; vana representación, ilusión o ficción de la fantasía". Para pensar...