sábado, 6 de marzo de 2010

Si nuestras políticas sociales (y familiares) fueran de prevención y no de sólo reacción (tardía)...

La experiencia de vida de personas a las que la sociedad considera viejos nos dan, una y otra vez, cátedra y a la que deberíamos tomar de una vez por todas en serio. En ciertos ámbitos religiosos, desde hace décadas, se predica la prevención y la preparación para las catástrofes al interior de las familias, y no sólo referidas a aquellas que dicen relación con las fuerzas de la naturaleza, si no que a todas las que provocan consecuencias inmediatas, tales como la enfermedad o pérdida de la persona que da sustento financiero al hogar o al sufrimiento tras la cesantía o término de la fuente laboral.

Compañeros de mi trabajo me trataron de alarmista cuando en el año 2007 compartí con ellos la información de un folleto que apareció en el interior de una revista mensual de la Iglesia cristiana, de la que soy miembro desde hace más de 25 años. Los hechos recientemente acaecidos en el centro-sur de Chile han manifestado la potente veracidad de la expresión: "Si estáis preparados, no temeréis...".

Un breve análisis de la información que aparece en aquel folleto me hace pensar ¡cuán diferente sería la situación de muchísima gente, ante la emergencia que está viviendo Chile en estos momentos! Si esta educación para la preparación y prevención fuera una política no sólo para los miembros de determinada Iglesia, si no que una política de Estado, en un país que ha sido, es y será atacado por la naturaleza y otros desastres. Si no fuera una política de Estado, al menos que una gran cantidad de familias pudieran estar preparadas para estos trágicos eventos, no pasando a engrosar las legiones de ciudadanos esperando un poco de agua, un poco de comida, abrigo y cobijo, en la inmediatez de los acontecimientos.


Los miembros de mi Iglesia de la zona siniestrada, y que hicieron caso al consejo de estar prevenidos, al menos no han tenido el terror a la inmediata falta de comida ni agua, pero sí al actuar desenfrenado de quienes pudiendo haber estado preparados no conocían de este modo de prevención y que , ante las circunstancias, recurrieron al pillaje, codo a codo con delincuentes que sustrayeron no sólo alimentos.

Si una gran cantidad de familias pudieran estar preparadas para un desastre, el gobierno de turno sólo debería dedicarse a socorrer a los más urgentemente desamparados y a mantener el orden y la seguridad, sin la extrema carga de tener que llevar ayuda de todo tipo, transportándola desde lejanas zonas hacia los sitios siniestrados. Hay que aprender que, en materia de seguridad a la ciudadanía, son las propias familias las que primariamente deben estar autosatisfechas para sus necesidades básicas, en espera de la ayuda que el gobierno pueda hacer llegar más tarde. En cuanto a esto último, el ente que deba reaccionar con ayuda a la población no puede tener sólo un gran almacén centralizado en la capital nacional, si no que debe poseer una adecuada distribución de recursos de todo tipo en el resto del país. El viejo dicho de "no tener todos los huevos en una sola canasta", es muy sabio también.

jueves, 4 de marzo de 2010

Sabio es reutilizar lo que ya no está de moda

Viene a mi memoria el recuerdo de una revista de historietas de los años setenta. Su nombre ya no está presente, pero la historia que contaba a través de sus coloreados dibujos es aplicable a las realidades de nuestra actualidad, en un mundo tan adicto a las nuevas tecnologías y modas, abandonando las eficaces del pasado, que podrían sólo ser actualizadas. El relato de aquella revista, que recuerdo en estos momentos de desgracia en Chile, se refería a un ataque por alienígenas extraterrestres. Sus tecnologías dejaban rápidamente fuera de combate a las fuerzas armadas del planeta Tierra, las que quedaban totalmente inoperantes ante un boqueo a las comunicaciones electromagnéticas y de los comandos electrónicos de los misiles y otras modernísimas armas de los terrícolas. Los pocos platos voladores que devastaban el mundo no tenían oposición alguna de los seres humanos, hasta que a alguien con inteligencia suficiente se le ocurrió atacarlos con una vieja tecnología: la utilización de cañones de viejas fortalezas del siglo XVI y XVII, con pólvora y proyectiles esféricos a la usanza del tiempo de los piratas y de los ejércitos imperiales de aquellas épocas, ante las cuales los extraterrestres no pudieron hacer nada, siendo las astronaves destruidas. Una historia fantástica e irreal, pero de la que puedo extraer algunas enseñanzas y paralelismos.

El terremoto que afectó, en la madrugada del sábado 27 de febrero pasado, a una vasta extensión de territorio chileno aparentemente dejó interrumpidas las comunicaciones de organismos públicos de carácter estratégico con el gobierno central, provocando errores de todo tipo en la toma de decisiones de quienes tenían responsabilidades ejecutivas. La adopción desde hace casi una década, por parte de esos organismos, de "modernos" y más económicos sistemas de transmisión de datos mostró su fragilidad ante la interrupción del suministro de la energía eléctrica en una inmensa porción de territorio chileno. Los viejos sistemas de comunicación radial, con un respaldo de generadores eléctricos, para el evento de fallar el servicio de alimentación externo, habían sido mayormente abandonados, reemplazados por tecnología que economizaba también en la utilización de personas. Lo que no falló, pese a la natural pero breve interrupción, por la caída del sistema eléctrico "interconectado central", fueron las transmisiones radiales de radioemisoras privadas que poseían equipos electrógenos autónomos. Aquellas radioemisoras dieron a conocer las noticias a la población antes de que el gobierno del país pudiera tener el poder de la comunicación oficial.

El paralelismo con la historia contada la refiero también al hecho de la pérdida paulatina de los "antiguos" valores morales (a los que ciertos sectores ciudadanos llaman "anticuados"), reemplazados por el pensamiento "moderno" y el egoísmo o egocentrismo. Una mujer de la devastada ciudad de Concepción, sorprendida en el robo de combustible en una estación proveedora, expresó que ella no era partícipe de señalar que aquello fuera un delito, ya que necesitaba de aquel suministro.
Sin temor a la autoridad, este saqueador tuvo que ser amedrentado drásticamente por el policía

Un pariente mío prefirió huir de la zona del desastre, no por temor a la expresión geológica de la naturaleza si no que a las personas, que se habían convertido en gente salvaje y sin valores. Pudo presenciar a gente "decente" de su vecindario que pasaba corriendo por la calle frente a su hogar con productos obtenidos del saqueo a un gran supermercado, y a otros que le proponían directamente efectuar la misma acción, utilizando el vehículo de este pariente. El día domingo, en la reunión de su Iglesia, mi pariente, no de manera directa, se atrevió a preguntar a algunas personas reconocidas como "devotas" si habían ido a aquel supermercado el día anterior. La respuesta de algunas de aquellas "espirituales" personas le provocaron a mi pariente lo que se llama 'vergüenza ajena'...

Creo que este desastre hará retomar la utilización de "antiguas" pero actualizadas tecnologías de comunicación, para eventos de emergencia, modernizará el procedimiento y el flujo de la información, que permitan a las autoridades competentes de este país responder adecuadamente ante las calamidades que frecuentemente nos ponen a prueba. Ésto puede ser en muy corto plazo. En lo que no tengo mayores esperanzas de pronta mejoría es el que cierta porción del pueblo chileno, la de los aprovechadores y abusadores, pueda "reconvertirse" o reincorporar plenamente a su vida los "anticuados" valores humanos tales como la honradez, la solidaridad, y el trabajo decente.

martes, 2 de marzo de 2010

El terremoto del Bicentenario y el final del mandato de una gobernante popular

Cuando faltaban menos de 15 días para el cambio de mando en el gobierno de la República, y en el año del bicentenario, a las 3:34 horas del sábado 27 de febrero, un terremoto de 8,8 grados Richter cuyo epicentro se ubicó en las cercanías de Cobquecura (kofke: pan; cura: piedra), en la costa de la Región del Bio Bio, despertó de su sueño a unos 8 millones de chilenos y cambió nuestra realidad. Centenares de personas mueren, la mayoría aplastadas por los derrumbes o atrapadas y arrastradas por los sucesivos tsunamis, aunque muchos fallecen también a causa de paros cardíacos, por el miedo o por la huída ante falsas alarmas de nuevos tsunamis.

Las horas transcurrían, la noche se perpetuaba sin la luz artificial y la nublada madrugada tardaba demasiado en llegar con la ansiada luz del día. En la oscuridad las únicas radioemisoras que se captaban en los receptores con baterías o pilas eran estaciones de la capital chilena, con repetición satelital, las que sólo transmitían básicas letras de reguetón, lo que culminó después de una media hora con la aparición de la voz de un locutor de origen brasileño que realizó las primeras transmisiones anunciando un terremoto que afectaba a una gran sección del territorio chileno. La radio Pudahuel de Santiago fue la que acompañó a muchos chilenos que comenzaron a llamar a su teléfono. Alrededor de las 4 AM se agrega al panel del locutorio la reconocida voz del locutor Pablo Aguilera, que con su profesionalismo acompañó a quienes se apegaron a esa improvisada transmisión. Nuevos temblores acompañaron todo el día sábado; sin electricidad ni comunicaciones telefónicas.

En Temuco, Radio Bio Bio comenzó a transmitir con un equipo electrógeno en sus estudios de calle Bulnes y con otro en su planta transmisora del Cerro Ñielol. La audiencia creció más y más, solidarizando con la radioemisora que, tras muchas horas de transmisión, agotaba el combustible de sus generadores eléctricos. La donación de gasolina y petróleo diesel permitió que siguiera conectando a miles de personas, mientras una seguidilla de réplicas del terremoto continuaba.

Las horas transcurrieron y la información de los periodistas radiales comenzó a llegar antes que la de los organismos del gobierno central del país. Nos enteramos de lo que ocurría en la Región del Maule y de lo horroroso ocurrido en la zona de las ciudades de Concepción y Talcahuano, y de las localidades de la costa, barridas por un tsunami cuya probabilidad había sido descartada por las autoridades de la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior (ONEMI), en una costumbre enfermiza de minimizar todo, no decir la verdad y declarando que "todo está bajo control" (como si las declaraciones de su locuaz directora fueran ley para la naturaleza), ocasionando, ya con ésta tres tristes errores, - antes, el terremoto de Aysén, luego la erupción del volcán Chaitén- y ahora la muerte de chilenos que no alcanzaron a ser avisados para que huyeran a lugares más elevados de la costa.

El lento, míope y brutal centralismo de la autoridad santiaguina no dimensionaba la realidad, que ya millones de personas conocían a través de las comunicaciones del periodismo radial y de los auditores que vivían en las regiones afectadas. La tardanza en reaccionar y la falta de energía de la autoridad civil - reticente a ordenar la utilización de fuerzas militares - comenzaron a causar estragos entre la población, lo que ya es conocido por las imágenes que recorrieron y siguen dando vuelta al globo terráqueo.

Triste final para el mandato dado a la presidenta Michelle Bachellet (una mujer capaz), quien rodeada de asesores políticos y funcionarios de baja idoneidad no pudo ver la realidad ni, nuevamente, hizo caso a su percepción femenina (la vez anterior, "algo le decía" que no debía dar el inicio al publicitado Transantiago, pero de igual manera le aconsejaron hacerlo). Triste inicio para el gobierno del presidente electo de Chile, Sebastián Piñera, que deberá reformular proyectos y dedicar gran parte de su período a la reconstrucción de Chile.

Algo bueno puede salir de todo este mal. La reconstrucción será una oportunidad de desarrollo y crecimiento que, ojalá, no sea despediciada en una lucha contra una despreciable actitud de oponerse por el sólo oponerse a nuevas formas de gobernar. En la pasada campaña presidencial un candidato se burló del actual presidente electo, expresando que Chile no era una empresa... CHILE SÍ ES UNA EMPRESA, a la que, mediante una conducción de excelencia, hay que desarrollar, hacerla crecer, aumentar sus utilidades, y que pague buenos dividendos a todos sus socios accionistas: el pueblo.

Se necesita gente idónea y no a personas que amen más a su partido político o a su coalición, que a su propio país. Se requiere a personas que vean más allá de Santiago, que observen que Chile se extiende miles de kilómetros hacia el norte y sur; se requiere la eliminación del brutal centralismo que minimiza las necesidades de las regiones chilenas, y finalmente, que reformule a la ONEMI. Este organismo debiera convertirse desde una oficina reaccionaria hacia un ente proactivo. Chile es y será un país sísmico y volcánico, por lo que la población chilena debiera ser constantemente instruida en cuanto a las precauciones y prevenciones, que no la deje a merced de la naturaleza, como a niños extraviados. La mayoría de los chilenos debieran estar acostumbrados a tener un pequeño y permanente almacenamiento familiar de alimentos y otros elementos de emergencia, para que ante circunstancias extremas, como las recientemente acontecidas, no seamos una gigantesca carga para el gobernante de turno, y tengamos que esperar una lenta reacción de las entidades respectivas. ¿No hubiera sido distinto que los miles de afectados hubieran tenido almacenadas en sus hogares - para casos de emergencia - unas pocas decenas de litros de agua potable, unos pocos kilos de arroz, harina, azúcar, un paquete de velas y fósforos, una linterna con pilas cargadas, etc., ahorrándonos las horribles escenas que hemos tenido que presenciar directamenmte o a través de la televisión?

Terremoto Bicentenario