domingo, 28 de septiembre de 2008

La perseverancia, es recompensada...

No creo en lo que llaman la "suerte". Tampoco creo en que las cosas buenas vienen por el sólo hecho de desearlas, si no que es la perseverancia en la búsqueda del resultado que anhelosamente buscamos la que provoca que se produzcan situaciones que van conectando todo, hasta la obtención de la ansiada meta o logro. Es mi propia experiencia la que me ha ayudado a entender este "principio" de vida.

Cuando hace años atrás intenté comenzar la genealogía de mi familia, me encontré con muchas vallas que, finalmente, me derrotaron y por ello abandoné por mucho tiempo la búsqueda de información. Ya hace un año y medio que recomencé mi investigación histórica, acicateado principalmente por la paulatina desaparación de mis familiares, quienes se han llevando consigo sus historias, vivencias y experiencias terrenales, la mayoría indocumentadas, por lo que sus descendientes no tendrán la oportunidad de preservarlas ni atesorarlas. Es así como he creado un lema que representa la manera en la que he logrado ir documentando, con antecedentes aportados y proporcionados por personas ajenas a mi familia, algunos pormenores que he rescatado para escribir la historia perdida de mis antepasados: "Si quieres lograr cosas importantes, haz cosas descabelladas". Con ello quiero decir que no se debe ser mediocre ni miedoso para contactarse con personas que puedan "tener las llaves" del acceso a las fuentes de documentación. Ya he tenido varias experiencias sobre el punto, y relato la última de ellas:

Aproximadamente diez años atrás, mis vecinos tenían un hijo de unos 12 a 13 años de edad. Muchas veces este vecinito nos ayudó a cuidar a nuestras pequeñas hijas, y hasta compartimos con él nuestras vacaciones en la costa de nuestra región. El tiempo transcurrió; nos cambiamos de residencia y perdimos el contacto contínuo que habíamos tenido. Unos años más tarde me encontré con mi ex vecinito, ya bastante más crecido, estudiando la misma carrera universitaria en la misma Universidad. El culminó sus estudios y recibió su título profesional. Pasó el tiempo y no nos volvimos a ver, salvo en esporádicas oportunidades. Hace menos de un mes me enteré de que este ex vecino y ex compañero de la Universidad había sido contratado y trabajaba en un estamento gubernamental: la Secretaría Regional Ministerial de Bienes Nacionales, con sede en esta ciudad capital. Además de saludarlo y felicitarlo por su nuevo trabajo, aproveché la oportunidad de contarle sobre mi proyecto de escribir un libro sobre la historia de mi familia, y le pedí pudiera contactarme con alguien de esa oficina de Gobierno que pudiera ayudarme con la búsqueda de documentación oficial que dijera relación con mi bisabuelo y su situación de colono y primer propietario de un inmueble en el pueblo de Gorbea. Él me contactó con un buen hombre, que resultó ser alguien que hace unos veinte años atrás conocí por razones de mi trabajo, y que ya desde el próximo mes de octubre de 2008 estará jubilado, y no pertenecerá más a la planta del personal de esa repartición de gobierno regional. A esta persona le expliqué mi situación y mis motivaciones, y le solicité pudiera ubicar en los archivos de ese servicio gubernamental el decreto y el plano de fundación del pueblo de Gorbea. Al día siguiente (el pasado día viernes 26 de septiembre de 2008), recibí en mi trabajo una llamada telefónica de esta persona, en la que me comunicaba que había preparado un Oficio, firmado por la máxima autoridad de la Secretaría Regional, requiriendo al Archivo Nacional en la ciudad de Santiago de Chile copias del decreto de fundación de Gorbea y el plano respectivo. El trámite de respuesta será de aproximadamente un mes. De paso me envió una fotocopia parcial y no oficial del plano, con la que confirmé mi descubrimiento en terreno de la ubicación del sitio número 16 de la manzana 21, concedido en el año 1907 por el Fisco de Chile a mi bisabuelo.

Copia parcial del plano de Gorbea. Marcado en color amarillo se aprecia el sitio que perteneció a mi bisabuelo.

Para mí queda demostrado que la fuerza que nos lleva a actuar para realizar cosas y lograr la meta, más una actitud positiva y valiente, provoca en otras personas el deseo de cooperar con nuestra causa: en religión a ésto se le llama "fe", pero la verdadera fe, que no es una creencia pasiva si no aquella motivadora que nos lleva a efectuar obras relacionadas con nuestra voluntad, y que, si son buenas, alienta a otros a poner la "añadidura", o sea, aquello que está fuera de nuestro alcance particular, añadidura emanada de la Divina Providencia: Dios.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Estación Metrenco

En el viaje de ida y regreso a la localidad de Gorbea, pude observar desde la ventana del bus las estación de ferrocarriles de Quepe y los restos de la de Metrenco, y expresé en mi interior la intención de visitar aquellas estaciones ferroviarias que de un vistazo raudo pude ver desde la carretera. Principalmente me llamó la atención la estación de Metrenco, ya que en el cuaderno que perteneció a mi abuelo José Acuña en su primera época como empleado de la Empresa de Ferrocarriles del Estado dejó varias veces estampado, con timbre de goma y tinta, el nombre de aquella estación, lugar en que mi querido ancestro debió haber trabajado hacia mediados de la primera década del siglo veinte.

Contratapa y página interior del cuaderno de mi abuelo, fechado en el año 1912

Ayer, sábado 20 de septiembre de 2008, después de tres días de celebraciones, con motivo de las Fiestas Patrias, decidí darle un respiro a mi estómago y hacer algo distinto. Cerca de mediodía decidí que no podía quedarme en casa, así es que preparé mi bicicleta, reparé mi casco de ciclista, arreglé mi mochila con mi cámara fotográfica, el trípode, mi cuaderno de notas, lápices, dos yoghurts, un gorro tipo jockey para el sol, y una botella adicional con dos litros de agua. A las 13:30 horas salí desde mi casa en Padre Las Casas, llegando a Metrenco dos horas después. Fue un tiempo exagerado para una distancia de sólo nueve kilómetros, porque extravié la ruta opcional, ya que no quería irme por la carretera debido a lo peligroso que es para un conductor de un vehículo menor. Tuve que preguntar a unos lugareños en el lugar Maquehue, quienes me dijeron que tenía que regresar unos cuatro kilómetros. Ya había recorrido un buen trecho por un camino ripiado y con el calor del día y el esfuerzo de varias subidas no me sentía nada de bien. Hacía meses que no sacaba mi bicicleta a rodar, y mi estado físico está deplorable. Me detuve a descansar; el corazón casi se me salía por la boca, veía el paisaje de color gris y sentía que me iba a desvanecer. Pensé que tendría que pedir ayuda a través de mi teléfoco celular, pero mi orgullo hacía poner en mi mente la burla de algunas personas, por lo cual me hice el valiente. Respiré profundamente y estuve en aquello hasta que media hora después estaba recuperado. Regresé los kilómetros que había andado de más y encontré al fin la ruta. Sabía que el camino alternativo estaba asfaltado, pero me encontré con la desagradable sorpresa de que había sido retirada toda la carpeta y en su lugar se había depositado una capa de ripio, que en muchos sectores estaba aún profundo y suelto. Recorrí con rabia unos cuatro kilómetros, con sucesivos descansos, hasta que llegué al empalme con una "calle lateral" paralela a la carretera, a poco más de unos tres kilómetros antes del acceso Norte a la localidad de Metrenco. Los músculos de mis piernas ya no tenían fuerzas para subir las "cuestas" asfaltadas, así es que varias veces me desmonté de mi vehículo y me ví en la obligación de descansar repetidamente. Después de rodar y rodar por aquellas dos largas horas, con las respectivas interrupciones para recuperarme, logré avisorar en la distancia el edificio de la que había sido la bodega de carga de la estación ferroviaria. Para cruzar al lado contrario de la carretera subí por una pasarela peatonal que me dejó a unos 300 metros del sitio al que quería llegar.

Metrenco es una palabra que deriva de "Mëtren-ko", que en la lengua mapudungun (hablada por los aborígenes de la etnia mapuche) significa agua reposada, sin corriente o estancada. Basta observar el pequeño estero que se encuentra en la entrada norte a la localidad, para darse cuenta del por qué del nombre otorgado a ese lugar.

Ex Estación Metrenco. Vista de Sur a Norte

El frontis Occidental de la bodega de carga

Vista hacia el Norte

Mi bicicleta y yo

Mi bicicleta y yo, en el antiguo andén frente a la bodega de carga

El patio de la ex estación de ferrocarriles de Metrenco, desde el acceso Sur

Recorrí con emoción aquel abandonado lugar, en el que hace casi 100 años atrás mi abuelo realizó sus funciones como empleado de la Empresa de Ferrocarriles, y tomé imágenes fotográficas del antiguo edificio. Hasta logré acceder al interior del sector en el que estuvieron las oficinas adinistrativas, a través de un forado existente en la parte baja de una puerta, encontrando sólo destrucción y pillaje. Grabé algunos segundos con mi cámara fotográfica digital, para guardar imágenes de lo que en el futuro sólo serán recuerdos de un edificio que será desmantelado o incendiado por vándalos.

Dos horas allí me sirvieron para ayudar a despejar mi mente de los grises pensamientos que me acompañan estos últimos días. El día agradablemente soleado y la suave brisa del Sur me energizaron, por lo que siendo las 17:15 horas emprendí rumbo a mi hogar, al que regresé por la misma ruta. Notoriamente las fuerzas me estaban abandonando, por que la mayor cuesta de la calle lateral, cercana al lugar Licanco, tuve que subirla caminando, llegando a la cima completamente agotado y dando lugar a otro necesario descanso. A las 18:30 horas estaba llegando a mi casa, todo sudado y con una capa de polvo que levantaban los vehículos que pasaban por mi lado en el tramo de camino ahora ripiado, por el interior de la comunidad indígena de Licanco.

Desempacar la mochila, hidratarme y tomar un descanso fueron las actividades realizadas antes de darme una merecida ducha con agua tibia, luego de lo cual me sirvieron en mi cama una rica comida caliente.

Hoy desperté sin molestias físicas, por lo que ya estoy pensando en ir a la Estación de Quepe, a unos cinco kilómetros al sur de la de Metrenco, pero creo que será en una ocasión en la que pueda ir acompañado, para hacer más ameno el viaje y no tener que morderme en la soledad las rabias de aquel camino que alguna vez estuvo asfaltado, y que la "modernidad" lo ha transformado en uno de ripio suelto...

domingo, 7 de septiembre de 2008

Dirección: Sur; distancia: 45 kilómetros; época: 100 años atrás


¡Qué experiencia! Viajar sólo cuarenta y cinco kilómetros hacia el Sur de Temuco, y adentrarse de improviso en una época pretérita.

Cuando el Inspector de Colonización realizó el censo del año 1908 en la Colonia Nuevo Transvaal de Gorbea, antigua Provincia de Valdivia (hoy Provincia de Cautín, Región de La Araucanía), encontró a la familia Acuña Navarrete residiendo en la hijuela que el Fisco de Chile le había entregado en noviembre del año 1903. Lo que el gobierno del país esperaba de los colonos era que éstos hicieran adelantos en las tierras que se les entregaban en concesión, para que de esta manera demostraran el sincero interés en el progreso de la zona a colonizar. Cumplido el requisito de cinco años de residencia en el lugar, tener construida una casa en la que habitaran, cerrar el perímetro del inmueble, plantar y cultivar la tierra, se les entregaba el título definitivo. En el mencionado informe del Inspector, mi bisabuelo poseía en uno de los dos lotes que conformaban su hijuela de 80 hectáreas, aparentemente en la de diez hectáreas, una casa de madera con techo del mismo material y tres colmenas. El mismo informe divulga que mi bisabuelo estaba en posesión de dos bueyes (seguramente, los que el Gobierno le entregaba a cada colono), una vaca, un ternero y un caballo. En la tierra para cultivo poseía plantaciones de trigo, avena, arvejas y papas.

El jueves 28 de agosto de 2008 descubrí en la Notaría y Conservador de Bienes Raíces de Pitrufquén un título de dominio sobre un sitio que el Gobierno le concedió a mi bisabuelo en el año 1907, en el pueblo de Gorbea.


Con ese previo conocimiento de que mi bisabuelo paterno y su familia habían residido en la zona de Gorbea a comienzos del siglo veinte, el sábado seis de Septiembre, acompañado de mi esposa y mi hija mayor, me dirigí hacia esa localidad a fin de poder sentir esos aires del pasado, y la posibilidad de encontrar el sitio que había pertenecido a mi ancestro, ubicándolo mediante los linderos señalados en el título de dominio, del que obtuve una copia legalizada.

El frontis de la estación ferroviaria de Gorbea, por calle Cochrane
(la mencionada como "calle sin nombre" en el título de dominio)


La "Estación del ferrocarril", desde el Este

Mi reloj digital con brújula me orientó hacia los puntos cardinales, pero tuve que alejarme más hacia el Este de la estación ferroviaria para poder tener una idea más exacta del lugar en que estuvo la propiedad señalada en el título de dominio. De esta manera pude darme cuenta del que, creo, era el "sitio número diez i seis de la manzana número veintiuno". En la fotografía siguiente se aprecia que en la ubicación existe una multicancha deportiva techada. Tras averiguar con un lugareño que pasaba por allí, me enteré que se trata de la Sede Comunitaria del pueblo, y que unos metros más al Norte, por la calle Cochrane, está el Centro Cultural en el que se puede consultar sobre la historia de la Comuna de Gorbea. Lamentablemente se atiende al público sólo desde el día lunes hasta el viernes.

Sede Comunitaria, desde el Este (la línea férrea)

Sede Comunitaria desde el Oeste, calle Cochrane (la "calle sin nombre")

Pude observar que no existe un cartel o anuncio sobre el destino de la construcción, por que comenté a mi esposa: "Debería llamarse 'Centro Comunitario José Acuña Urrutia', en honor a mi bisabuelo, el primer dueño del sitio y uno de los primeros habitantes de la zona. A lo mejor le escribo al alcalde proponiéndole el asunto".

En el siguiente video se podrá apreciar el contexto general del lugar.


Al regresar a Temuco pude meditar en cuanto a la tremenda importancia que había tenido el ferrocarril en la incorporación de La Araucanía al resto de la República, el cual, por muchos años, fue el medio más importante de comunicación y de comercio con el resto del país.

Mucho del tramo carretero va paralelo a la antigua vía férrea al Sur, por lo que desde la ventana del bus pude observar también lo que queda de las viejas estaciones ferroviarias de Quepe y Metrenco, ésta última citada en una impresión de tinta, estampada con un timbre en el cuaderno que perteneció a mi abuelo, reliquia que conservo en mi poder. Tendré que visitar ese lugar en que mi antepasado trabajó, en su primera época en la Empresa de Ferrocarriles, lo que dará motivo para escribir en el futuro un nuevo post.

martes, 2 de septiembre de 2008

Puente ferroviario sobre el río Cautín

8:30 AM. Fría mañana en el escarchado acceso Sur del puente

Recuerdo que en mi infancia, viviendo en nuestro hogar de la Avenida San Martín, en la antigua "Población Dreves" de Temuco, desde mi cama escuchaba varias noches por mes el lejano sonido del pito de una locomotora a vapor que arrastraba un largo tren proveniente desde Osorno o Puerto Montt. El helado viento del Sur transportaba el sonido de ese pito y del convoy que con su peso sobre los rieles hacía "hablar" al puente ferroviario, con un sordo ruido metálico, anunciando el paso del tren sobre el río Cautín. Ese característico sonido del pito (distintivo de cada maquinista) declaraba con la fuerza del vapor la llegada de mi padre, en ese entonces un maquinista de la Empresa de los Ferrocarriles del Estado, hasta la ciudad en que vivían su esposa e hijos, siendo él, don Ramón Acuña, quien al mando de los controles, tiraba de la piola que accionaba el silbato de la gran locomotora.


Nunca di mayor importancia a ese largo y metálico viaducto del ferrocarril del Sur por el cual los trenes, cuyas locomotoras conducía mi padre, pasaron innumerables veces. Para mí, el puente ferroviario sobre el Cautín "siempre" había estado allí. El tiempo transcurrió, y con el traslado de mi padre con toda la familia hacia la ciudad de Osorno en el año 1977, nunca más escuché la metálica anunciación de la llegada del tren desde el Sur. Al culminar su carrera de más de treinta años en la Empresa de los Ferrocarriles, mi padre decidió regresar a la ciudad de Temuco a vivir la jubilación con su familia, comprando una propiedad que le cobijara definitivamente. Con los años he pensado que, en especial para mí, fue la mejor decisión que pudo haber tomado, pues mi amor por mis antepasados y por la historia familiar me han hecho realizar una investigación, la que manifiestamente ha resultado estar fuertemente relacionada con la nombrada ciudad, con su historia ferroviaria, y con varias otras localidades que están a la redonda de ella, a menos de una hora por carretera, lo que me facilitado mucho mi investigación.

A la izquierda de la fotografía se observa el último machón, en el cauce del río

Al yo residir en la margen Sur del río Cautín, en la comuna de Padre Las Casas, cada día debo atravesar hasta Temuco por el antiguo puente carretero, teniendo constantemente la visual de la larga estructura ferroviaria. Ello me impulsó a buscar algo que me dijera sobre la historia del puente ferroviario. Una mañana en que iba a viajar hasta la ciudad de Carahue - con el motivo de la investigación genealógica que efectúo -, aprovechando que era temprano, y después de dejar a mi hija menor en su colegio en Padre Las Casas, me dirigí caminando por la calle que en forma paralela acompaña a la línea férrea con la intención de visitar por vez primera esa representación de ingeniería del siglo diecinueve, con aditamentos de principios del veinte. Al llegar al lugar, escalé hacia la vía férrea por un anclaje de los tensores que soportan la estructura que reforzó el puente original. En la base de concreto hice un descubrimiento: hallé escrito, en el que fue alguna vez el cemento fresco, la siguiente información: "4-III-1929". A mi memoria vinieron las palabras que leí hace un tiempo atrás sobre el reforzamiento que había recibido, alrededor del año 1926, el famoso viaducto ferroviario sobre el río Malleco, al sur de la estación de ferrocarriles de Collipulli, para poder resistir el aumento del peso de las locomotoras y de los trenes que llegaban hasta La Araucanía. Entonces, esa fecha grabada en el cemento me representó el día en que se completó el llenado de los cajones que formaron el molde de la base de concreto que sustentaría a los tensores de la estructura metálica que se instalaría para reforzar el puente original, que a esa fecha tendría poco más de treinta años de uso.

Detalle de la estructura soportante de los tirantes

No contento con ello, tomé fotografías para plasmar imágenes del viaducto en esa helada mañana. Observé que en uno de los "machones", el que se encuentra dentro del cauce del río, hay un desnivel en la piedra de coronamiento, el que debió ser realizado adrede para que las estructuras metálicas pudieran coincidir en el mismo nivel. Esa fue mi observación, la de un neófito en el asunto.

Detalle de la coronación del machón

En el libro "Diez años en Araucanía 1889-1899", bitácora del ingeniero belga don Gustave Verniory que dirigió la construcción del tramo de vía férrea entre Victoria a Temuco, y posteriormente desde Temuco a Pitrufquén, se indican algunos antecedentes acerca de los pormenores para levantar la estructura ferroviaria sobre el río Cautín. Cito a continuación las palabras del ingeniero Verniory: "Junio de 1895. Se solicitaron propuestas para la construcción del ferrocarril de Temuco a Pitrufquén." "Julio de 1895. Al salir de la ciudad, pasamos el río Cautín por el puente carretero. La futura línea atravesará el río por un gran puente metálico de once arcos de 35 metros, de los cuales nosotros tendremos que hacer los machones de albañilería; Creusot deberá proveer y colocar en seguida la parte metálica. Desde el principio deberemos construir un puente provisorio sobre pilares para transportar nuestros materiales al otro lado del río. Habrá que instalar allí una faena considerable. En la ribera sur se ha construido un pueblo llamado Ultra Cautín, que tiene ya cierta importancia" (hoy, Padre Las Casas). "Agosto de 1895. He hecho levantar los campamentos de la faena a orillas del Cautín. He contratado los jefes de taller y cabos con sus hombres, que ejecutan los dos kilómetros de terraplén entre la estación de Temuco y la orilla del río. Los durmientes para este trozo de línea ya están listos." "En los últimos días del mes, una desastroza crecida del Cautín se lleva el puente carretero de Temuco y avería seriamente el de Lautaro." "Septiembre de 1895. Lo que me causa más molestia son los trabajos en el Cautín. Primero está la restauración del puente carretero que hay que terminar lo más pronto posible. Después hay que construir el puente de rieles provisorio para la pasada de nuestros trenes, y al mismo tiempo comenzar las fundaciones del puente definitivo." "Después de la gran crecida, las aguas se han retirado de la orilla del lado de la ciudad dejando en seco un gran banco de guijarros, donde se puede trabajar. Los martinetes a vapor y los pilotes de riel doble han llegado. Comienza el hundimiento de los postes. El trabajo principal es el apisonamiento de los postes en los emparrillados de pilotes. La colocación de las vigas y de la vía será un juego." Octubre de 1895. El verdadero verano ha comenzado. El puente carretero ya está restaurado y nuestros trabajos marchan a un paso que asombra a la gente de aquí, habituada a la lentitud de la línea de Victoria a Temuco. Además de la mampostería del machón norte, que no presenta especiales dificultades, ya que descansa sobre el suelo firme de la orilla, hemos comenzado las excavaciones de los pimeros pilares en el lecho seco del río." Noviembre de 1895 . Los trabajos del Cautín marchan rápidamente. Los pilotes del puente provisorio van a alcanzar pronto la orilla del río en aguas bajas. A medida del avance de los pilotes, se colocan los largueros, los travesaños y los rieles. El puente definitivo será paralelo al provisorio y estará a veinte metros de distancia. Frente a cada excavación para los pilares, vagones empujados por una locomotora vacían desde lo alto los grandes bloques de piedra que vienen de Cuyanquén. Cuando uno de ellos ha alcanzado el suelo duro, los albañiles trabajan día y noche mientras funcionan las grandes bombas a vapor. Esto dura hasta que la mampostería sobrepasa el nivel del agua. Desde ese momento se trabaja de día. Llegando el machón a su altura definitiva, se colocan las coronaciones de piedra tallada, preparadas de antemano en Cuyenquén." "Diciembre de 1895. Temo mucho, para los trabajos de los puentes del Cautín, la gran crecida de verano que se produce con el derretimiento de las nieves en la cordillera, y que sobreviene bruscamente en esta época. Las aguas están bajas y la actividad es grande en las tres cuartas partes todavía en seco de todo el ancho del río." "Enero de 1896. En el Cautín el puente provisorio está en vías de terminarse. Los pilares del puente metálico se siguen colocando, pero las fundaciones se hacen más complicadas, pues ahora se trabaja en el curso mismo del río. Hay que hacer un dique para cada una de ellas. Febrero de 1896. Estamos en plena cosecha. Fuera de los puentes del Cautín, donde empleamos obreros especializados, las faenas se encuentran casi aletargadas.". "Junio y julio de 1896. Los pilotes y los estribos del puente definitivo sobre el Cautín están ya terminados. Se anuncia que Creusot enviará pronto la parte metálica."

Construcción del puente ferroviario. Se observan los machones y el puente provisorio.
(Imagen en el libro "Retrospectiva de Temuco", Sociedad Periodística Araucanía, 1999)

"Diciembre de 1897. Las piezas del puente metálico del río Cautín han llegado. El ingeniero de Creusot, Mr. Camus, comienza el montaje. "Mayo de 1898. El puente metálico sobre el Cautín está terminado. El ingeniero Camus con los colaboradores de Creusot pasan al Quepe."

Verniory nos relata que el "10 de noviembre de 1898, la ciudad de Temuco ofreció un gran banquete 'Al señor Benjamín Vivanco y a sus colaboradores en la construcción del ferrocarril de Temuco a Pitrufquén, señores Gustave Verniory, Guillermo Wilson y Victor Fornés'; y que el 13 de noviembre de 1898 se realizó la inauguración solemne de la línea, con la presencia del Presidente de la República, don Federico Errázuriz, y otras distinguidas autoridades de gobierno y militares, en un viaje de ida y regreso de Temuco a Pitrufquén. "A las 11 el tren está de regreso en la estación de Temuco, donde tiene lugar la recepción oficial del presidente por el intendente, que ahora es don Zenón Vicuña. Truena el cañón; la banda del 6° de línea toca el himno nacional. Gran trastorno en los andenes, pues no se ha organizado ningún servicio de orden."

El puente ferroviario original concluido

A grandes rasgos, ésta es la historia del más que centenario puente ferroviario sobre el río Cautín, el que ha soportado las consecutivas crecidas invernales del río y ha sobrevivido varios terremotos, siendo el más destructivo el del mes de mayo del año 1960. Ha soportado el paso de cada vez más pesados trenes, y el avance de la tecnología motriz de las locomotoras que han traccionado esos trenes, comenzando por las antiguas locomotoras a vapor de fines del siglo diecinueve, posteriormente las "modernas" North British (tipo 57), las tipo 70 "Mikado", las impresionantes tipo 80 "Montaña", hasta las diversas locomotoras Diesel. Aparentemente, y no sé de alguna noticia relativa al hecho, aunque la electrificación llegó hasta la localidad de Metrenco, al sur de Temuco, nunca ha pasado por el puente sobre el Cautín una locomotora eléctrica.

... Aún resuena en mis oídos el silbato de la locomotora que conducía mi padre desde las tierras de más al Sur, y la metálica y ronca voz del puente ferroviario que avisaba la pronta llegada de mi querido viejo a la estación de ferrocarriles de Temuco, y al merecido descanso en su hogar.