martes, 26 de agosto de 2008

Un corazón... y un museo abierto

¡Al fin!
Siete meses después de haber visitado por primera vez la ciudad de Bulnes, junto a mi hermano regresé allí para conocer personalmente a don Raúl González Allende, historiador de esa comuna y persona responsable del Museo Municipal, local que habíamos encontrado cerrado en esa primera incursión a la tierra de nuestros antepasados. El sábado 23 de agosto de 2008, un día nublado y fresco, llegamos cerca de mediodía, aunque nuestra cita con don Raúl González era para las tres de la tarde, y nos dirijimos en búsqueda de un monolito en el que se recuerda a ciudadanos de la localidad que participaron en la Guerra del Pacífico, entre los años 1879 y 1884. El monolito en cuestión no lo encontramos en la Plaza de Armas, como pensábamos. Preguntando a funcionarios municipales que trabajaban en los jardines de la plaza, nos enteramos que ese monumento estaba emplazado en frente de una plazoleta en honor a don Arturo Prat Chacón, héroe de la marina chilena, la que se halla en el comienzo de la calle que tiene su nombre, junto a la estación de ferrocarriles. Recordamos que en la primera ocasión que visitamos Bulnes habíamos estado esa plazoleta, pero no nos habíamos percatado del monolito que estaba en frente de ella, al otro lado de la misma calle. El interés de encontrar el monumento era por el hecho de que en él está el nombre de don Pedro Aguilera Utreras, un lejano pariente que actuó en el conflicto armado contra la alianza peruano-boliviana, y, más tarde, en la Revolución de 1891, en las fuerzas militares favorables al presidente José Manuel Balmaceda. Luego de tomar fotografías al lugar, nos encaminamos a la cercana estación del ferrocarril. Allí había un lugareño que, desde la puerta de la oficina del movilizador, conversaba con un funcionario ferroviario. Le saludé y le pregunté por la antigüedad de la estación, a lo que me respondió que él tenía 50 años de edad y desde que tiene memoria recuerda que ese ha sido el único edificio de la estación ferroviaria que ha conocido. Le comenté que estábamos de visita en la ciudad por motivos de investigación histórica referente a nuestra familia, y que teníamos una cita con el encargado del museo, el que resultó ser conocido de ese lugareño. Pareciera ser que a don Raúl González lo conoce todo Bulnes...

El monolito en memoria a los ciudadanos de Bulnes que participaron en la Guerra del Pacífico

Don Pedro Aguilera Utreras, uno de los soldados recordados en ese monumento

Como faltaba un par de horas para el encuentro, nos encaminamos por la calle Carlos Palacios, principal arteria comercial de la pequeña ciudad que debe su nombre a un distinguido vecino que nació allí hacia fines del siglo diecinueve y que llegó a ser el ministro más joven que ha tenido un presidente de Chile. Allí encontramos un buen restaurante en donde almorzamos. Terminado el plato, consistente en un "lomo a lo pobre" (carne de vacuno con abundante acompañamiento de papas fritas, cebolla picada cocida al vapor, y dos huevos fritos), y ya siendo las tres de la tarde, fuimos al Museo, pero aún no había llegado nuestro anfitrión quien se encontraba en una cabalgata denominada "Por los caminos de O'Higgins", en conmemoración del natalicio de unos de los padres de la patria chilena.

Fachada de la casa que es utilizada como Museo Municipal de la ciudad de Bulnes

Nos dedicamos a recorrer calles aledañas, haciendo tiempo antes del esperado encuentro, cuando comenzó de improviso a caer una inesperada lluvia. Nos guarecimos apegados al muro de una antigua casa, hasta que amainó la precipitación, seguido de lo cual, y siendo las 15:30 horas, nos encaminamos rápidamente hacia la calle Manuel Bulnes número 525, casi esquina con la Plaza de Armas, sitio en el que está el Museo Municipal. En la puerta ya nos esperaba don Raúl González. Un fuerte apretón de manos y las presentaciones del caso fueron las primeras acciones desarrolladas, luego de lo cual nos invitó a entrar a la casa, que no pudimos conocer en el mes de enero de 2008. Nos mostró sus proyectos de investigación histórica, su trabajo de documentación, y antecedentes relacionados con mis antepasados, que ya tenía preparados para exponernos. Con inmensa alegría recibí de él cuadros genealógicos de las familias Aguilera y Lagos, los que confeccionó en base a una laboriosa búsqueda en los archivos de la parroquia de Bulnes, y otros antecedentes recopilados en la parroquia "San Bartolomé" de la ciudad de Chillán, capital de la provincia de Ñuble, a unos 27 kilómetros hacia el Norte de Bulnes.

Junto a mí, don Raúl González Allende, historiador de la ciudad de Bulnes

Parroquia de la Santísima Cruz de Bulnes

La visita a la ciudad no podía estar completa sin haber podido conocer a un descendiente directo de don Pedro Aguilera Utreras. Para ello don Raúl González nos llevó hasta el hogar del nieto de ese soldado de la Guerra del Pacífico, don Pedro Alejandrino Hernández Aguilera, un anciano de 76 años de edad. Fue una tremenda emoción y un honor el poder ser recibidos. También conocimos a su esposa, la distinguida señora María Ignacia Cisternas Medel, y al hijo de ambos, don Pedro Antonio Hernández Cisternas. Fue impactante ver una de las características físicas de estos descendientes que llevan la sangre de las familia Aguilera, característica que se ha repetido en mi padre, tíos y tíos abuelos: el color celeste de los ojos.

Junto a mí, don Pedro Hernández Aguilera y su familia

Después fuimos a dejar a don Raúl González a su hogar, para que descansara de un largo día de labores, nos despedimos calurosamente de él, esperando poder reencontrarnos ojalá en un futuro no tan lejano.

Así fue como al fin pudimos conocer a don Raúl González Allende, un hombre con un inmenso corazón, abierto para ayudar a las personas que, como yo, amamos a nuestras familias y buscamos en la historia datos que nos indiquen quiénes fueron aquellos ancestros y qué hicieron mientras vivieron en esta vida... y así, también, al fin pudimos visitar el Museo Municipal de la ciudad de Bulnes abierto en un día sábado, pero sólo para nosotros.

sábado, 16 de agosto de 2008

Locomotora número 803... ¿u 841?

Mi padre, en el año 2005.

Hace un par de años atrás, cuando la enfermedad de mi anciano padre aún no afectaba su mente y él podía responder a las preguntas sobre su historia ferroviaria, contestando a mi consulta sobre en cuál tipo de locomotora le había agradado más trabajar, me contestó: "La tipo ochenta. Era muy cómoda". Luego, esperando que pudiera seguir recordando, le dije: "Se recuerda del número de alguna locomotora tipo ochenta en la que haya trabajado?", y me contestó: "La 803". Tiempo después, con gran alegría pude percatarme que la "Montaña" número 803 había sido salvada del desguace y que se encontraba en el Museo Nacional Ferroviario Pablo Neruda de la ciudad de Temuco. Hoy me propuse visitar el museo y tocar esos fríos fierros pertenecientes a esa mole de acero que mi padre tuvo el placer de conducir hace décadas atrás. Al llegar al lugar tomé fotografías del parque que da acceso al museo, que que se encuentra ubicado en el gigantesco edificio que fue la Casa de Máquinas de Temuco.

Semáforo que da la bienvenida al parque del museo

Acceso a la Casa de Máquinas y Museo Nacional Ferroriario Pablo Neruda

De aquel lugar conservo en mi mente los recuerdos de una ocasión (en un verano de aproximadamente el año 1975 o 1976) cuando, junto con mi hermano, mi padre nos llevó al recinto de la Casa de Máquinas. Mientras él se dedicaba a desconocidas labores fuera de nuestra vista, pudimos observar desde la ventana y puerta de una pequeña oficina al lado de las vías, en la que nos había dejado, el ajetreo de las locomotoras a vapor, el ir y venir del personal que trabajaba en el lugar, el paseo de un lugar a otro de unos turistas norteamericanos amantes de las locomotoras a vapor que filmaban la actividad del lugar, y también... los grotescos y obscenos dibujos en la paredes de la oficina en que estábamos. Después de estar allí, llegó nuestro padre y nos llevó a conocer el trabajo de la Carbonera. Dentro de una pieza adosada a la mole de fierro y concreto había un operario que tenía su cara llena de polvillo negro del carbón de piedra. El ruido dentro de esa pieza era ensordecedor. En mis oidos empecé a percibir un pitido que no me dejaba escuchar las explicaciones ténicas respecto del funcionamiento de la Carbonera, pero por la observación entendí que el trabajo del operario era cargar unos capachos con el carbón depositado en una gran ruma al lado de aquella construcción y hacer subir ese capacho unas decenas de metros, para luego volcar el contenido en la parte superior de la carbonera. De esta manera el carbón bajaba por gravedad hacia los ténder de las locomotoras que se situaban debajo de esa enorme estructura.
En el lado izquierdo existía la pieza en cuyo interior trabajaba el operario que hacía subir el carbón en un capacho
Mi estatura es de 1,75 mts. , lo que indica el tamñao de la carbonera.

Hoy el sitio no está lleno de chatarra ni de pastizales, si no que una gran superficie de ese terreno fue vendido hace unos años atrás a una empresa inmobiliaria que construyó un conjunto habitacional, quedando un retazo de terreno, que incluye a la Casa de Máquinas, que fue entregado a la Municipalidad de Temuco para un proyecto del museo, el que hoy alli funciona.

Parque de acceso público.

Me dirigí en búsqueda de la 803, y al encontrarla le tomé varias fotografías; incluso pedí autorización para subirme a la locomotora y fotografiarme en aquel vehículo tractor que un día fue manejado por mi padre.

La "803", pero en realidad es la 841.

Después de fotografiarme y recorrer el lugar obervando otras locomotoras tipo 80, pude percatarme que el número de cada una de las locomotoras está grabada en un eje de una pieza que forma parte del sistema móvil de las bielas. Para cerciorarme de que eso fuera la regla, verifiqué este antecedente en varias locomotoras, confirmando que aquello era cierto. Finalmente fui hasta la número 803, encontrándome con la desagrabable sorpresa de que el número estampado en el acero era el 841. Como recordé que la locomotora 841 también estaba en otro sector del museo, me dirigí hasta ella y verifiqué el número identificatorio: ¡¡¡ Aquella era la verdadera 803 !!!

La verdadera 803, pero rotulada como la 841.
La prueba de que la locomotora 841 es en realidad la 803.

Le hice saber aquel error a una funcionaria, quien me señaló que en los cuatro años de funcionamiento del museo yo era la primera persona que me daba cuenta de ese error. Dejé la constancia en un libro de visitas y además pregunté sobre qué departamento de la Muncipalidad de Temuco era responsable del museo, para contactarme con aquel, y que, de esta manera se pudiera hacer en algún momento la respectiva corrección. La reparación del error no es muy sencillo de realizar, ya que hay que borrar en las dos máquinas a vapor el número pintado en ambos lados de la cabina, trasladar el monolito con la placa que señala la historia de la locomotora y cambiar el número de bronce que está fijado en el frente de la máquina. El error ya era conocido en el museo, pero yo he sido el primero en descubrirlo, y si no se ha hecho el cambio en todo este tiempo, la burocracia de siempre es la culpable.

Después de todo aquello, no perdí la oportunidad de fotografiar la locomotora número 820, la única operativa que existe en el museo, y que sirve para llevar, una vez por mes, el Tren de La Araucanía hacia la ciudad de Victoria y regresar nuevamente hasta Temuco.

La tipo 80 número 820

En la cabina de la 820.

Pese al error hallado, de todas maneras fue una sensación hermosa el poder tener acceso a la que fue la locomotora que mi querido padre más le agradó conducir, y que providencialmente también está en el Museo Nacional Ferroviario Pablo Neruda de Temuco.



Video de la N° 820, con el nuevo Tren de La Araucanía.

domingo, 3 de agosto de 2008

"Internet": una ventana a la historia de mis ancestros.

¡Qué maravillosa herramienta es Internet!
Como me encuentro recopilando antecedentes que me ayuden a editar la historia de mis antepasados, he recurrido a todo tipo de elementos que me provean de información que me documente e ilustre al respecto. Uno de los medios utilizados es el recolectar imágenes fotográficas de artefactos y especies que hayan pertenecido a mis parientes. Es así como he fotografiado un libro, un viejo cuaderno, un tintero, una bombilla de plata para beber mate, una mantequillera, etc. En posesión de una de mis hermanas se encontraba un reloj de bolsillo pequeñito que perteneció a mi abuela María Aguilera Lagos, que llegó a sus manos como un legado de nuestra madre, quien, a su vez, lo había recibido como un regalo que le hizo su cuñado Hernán Acuña Aguilera (mi tío) cuando ella se casó con mi padre. Ella relató que mi tío le expresó que había sido el deseo de él entregar esta pieza patrimonial de la familia Acuña Aguilera a la primera cuñada que tuviera, recayendo este privilegio en mi madre, en el año 1964.

Para poder tener imágenes de esta reliquia viajé hasta el hogar de mi hermana, en donde tomé varias fotos que muestran los detalles de la delicadeza de la confección de ese instrumento, entre las que resaltan la flores estampadas en ambas tapas, las que cubren la esfera y el reverso, en que está la información técnica sobre la cantidad de rubíes que contiene.

Estuche de cartón y reloj de bolsillo

Detalle la delicadeza del grabado en las tapas del reloj

El estuche original en que está guardado es de simple cartón, pero al observarlo me dí cuenta que aparecía un nombre estampado: "VICTORIA MARISIO", pero no supe interpretar su significado. Hoy puse ese nombre en el buscador Google y apareció algo que me dió nuevos antecedentes para entender la historia no contada de mis ancestros. La búsqueda arrojó un artículo del Diario "El Sur", de la ciudad de Concepción, fechado el domingo 24 de junio del año 2007 y que señala: "Familia Marisio: más de un siglo haciendo comercio en Concepción.- Han pasado 117 años desde que llegara el primer antepasado de los Marisio a Chile, quien sembró el gusto por la actividad comercial en la ciudad penquista. Una herencia que ha pasado de generación en generación, destacando en el rubro de la relojería y joyería." Má adelante indica: "Una mujer recordada con inmenso cariño, no sólo por la familia sino por la comunidad penquista, es Victoria Marisio Reggianini, por todos conocidas como Toya, quien fuera la heredera del liderazgo tan característico de este clan italiano."

El nombre de "Victoria Marisio" en el reverso de la tapa del estuche del reloj

El texto relata, en cuanto a los primeros Marisio: "En busca de nuevas oportunidades, se establecieron en el Sur del país con un local comercial en la Estación de Collipulli, el que abrían y cerraban cuando pasaba el tren. Según la familia, Pietro se quedó ahí porque podía cazar torcazas, uno de sus máximos hobbies. Estuvieron en la región de la Araucanía durante 8 meses y luego se trasladaron a Concepción, ya que presentaba un auspicioso desarrollo en aquella época. Comenzaron con un pequeño local, orientado al servicio técnico y venta de joyas y relojes, el que estaba ubicado en calle Maipú frente al Mercado. Un primer negocio de subsistencia que identificaría posteriormente a la descendencia de la familia Marisio." Como se aprecia, hasta el ferrocarril estuvo relacionado con el negocio de los Marisio, y fue el ferrocarril el que relacionó a mis abuelos José y María. ¿Dónde fue adquirido el reloj que fue de mi abuela? Eso no se sabe, pero el hecho es que fue comprado a esa empresa familiar italiana, hoy "Casa Marisio", que ha dejado descendencia hasta nuestros días en el sur de Chile.

Es así como Internet se presenta como una herramienta fabulosa para la investigación, especialmente para proveer puentes que unen una desconocida y brumosa historia de un bien material con alguien que tuvo existencia corpórea y que fue su propietaria.